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EL ENSAYO > POR TOMÁS GANDÍA

Influencias

   

Acaso hayamos vegetado durante largo tiempo en el montón de las masas populares sin pensar que podríamos sobresalir del nivel vulgar, aunque sintiéramos interiormente algo distinto y superior a lo que nos rodease. Las ideas, doctrinas, creencias y costumbres dominantes en la esfera familiar y social, en la que nos hallamos prendidos por la educación recibida, tal vez resulten incompatibles con los íntimos sentimientos y las secretas aspiraciones, pero permanecemos en ellas por no encontrar nada mejor con que sustituirlas.

Sin embargo, si por accidente o movidos de curiosidad escucháramos una conferencia o leyéramos un libro que tratara de las nuevas cuestiones por donde se orienta hoy en día la mente de los pensadores, encontraríamos lo que a tientas buscábamos de conformidad con los anhelos de nuestra verdadera naturaleza.

Por lo general, el que con sinceridad emprende y acaba una labor, nunca permanece del todo satisfecho de ella, sino que hubiera querido hacerla mucho mejor, y en efecto mantiene la esperanza de superarla en el siguiente intento.
Este nunca saciado anhelo de mejora es prueba de que todavía quedan en nuestro interior potencias por actualizar, y que mientras no colmemos la medida de la satisfacción existiría en nuestros adentros algo por descubrir.
Por todas partes gentes que han ido durante toda la vida fluctua
ndo de uno a otro lado, buscando aquello que correspondiera a sus íntimos deseos de más alta vida, que satisfaciera sus ansias de mejora y que ayudase a realizar el ideal de su existencia.

Los anhelos de una vida más amplia, más noble y eficaz, laten tan poderosa y persistentemente bajo la realidad de la mezquina y estrecha vida en que nos hallamos, que deber nuestro es elevarnos de día en día a mayor alteza moral. Nadie puede darse por satisfecho mientras lo acosen las honestas ansias de ser algo más de lo que es. Cuanto más dolorosas son las pruebas a que la ley de la existencia somete el espíritu, más fino es su temple.

Hay en todo ser humano de normal constitución un león dormido. Lo necesario es algo que lo despierte, algún suceso insólito, extraordinario, conmovedor, que estremezca las profundidades de su alma y avive el mortecino poder en él residente. Ya decía a este propósito el insigne filósofo español J. Balmes que “existen en el espíritu humano muchas fuerzas que permanecen latentes hasta que la ocasión las despierta y aviva”.