Uno de los síntomas preocupantes del nivel que ha alcanzado nuestra clase política es la aparición de sugerencias de cambios institucionales que se proponen casi sólo por el impacto mediático que puedan alcanzar, sin profundización y sin medir las consecuencias de las acciones y sólo por buscar una apariencia de que “se hace algo”.
Es, por ejemplo, la idea del candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, de suprimir las diputaciones provinciales, con lo cual se supone que se conseguiría un ahorro que se dice que sería de seis mil millones de euros.
La idea en principio parece buena, sólo que cuando se rasca un poco comienza a apreciarse que en ella hay mucho de frivolidad y poco de profundidad. El supuesto ahorro ¿se contabiliza incluyendo los funcionarios? ¿Qué proponen, despedirlos o enviarlos a otros lugares donde seguirán cobrando? ¿Cuál es el ahorro, porque seis mil millones no salen sólo de eliminar las representaciones políticas?
En ese capítulo de las diputaciones se incluye a los cabildos insulares canarios y a los consejos baleares. No sé cuanta gente puede considerar que los cabildos insulares no son útiles, pero se trata de una de las instituciones que suele ser de las más valoradas por los canarios. Ni cuantos creen que desapareciendo éstos mejora la Administración en un territorio que tiene tan clara su delimitación como es una Isla y donde los problemas son específicos y requieren también soluciones insulares distintas.
Algunas voces del PSOE dicen que la propuesta quizás no afectaría a las instituciones insulares, sino a las peninsulares, pero también ahí ha surgido la discrepancia, porque en Andalucía, feudo tradicional del PSOE y de utilización política de las diputaciones, han señalado que eso de tocar sus corporaciones es asunto que tiene aún mucha conversación.
Quizás hay que analizar después de las elecciones todo el funcionamiento institucional del Estado, pero ése es un trabajo de arquitectura administrativa y social profundo y necesitado de consenso, tiempo y prudencia, no a meses de unas elecciones, ni con alegres soluciones como la de quitar una pared que tal vez es maestra, sin saber cuál es el peso que sostiene y cómo se distribuirá luego sin que se caiga el edificio.