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La fuerza de la perseverancia

   

La parroquia de San Matías se enclava en el centro del barrio y tiene como patrona a la virgen de Guadalupe. | FRAN PALLERO

NATALIA TORRES | LA LAGUNA

Montañas y laderas. Ese es el enclave en el que a principios de los años sesenta comenzó a gestarse el núcleo poblacional de San Matías (La Laguna) donde la existencia de numerosos solares animó a mucha gente a trasladarse a la zona para construir su propia vivienda, porque si algo caracteriza a este barrio es la autoconstrucción. Puede afirmarse que es un barrio que se ha levantado a sí mismo, sin proyecto urbanístico alguno. “Cada familia ha ido elevando los pisos de sus viviendas originales para dar cabida a los hijos que a su vez van creando sus propias familias”, explica Bárbara Santos, presidenta de la Asociación de Vecinos de San Matías.

El crecimiento que ha experimentado el barrio en las últimas décadas es notable, más de 7.000 vecinos se encuentran censados en el barrio, aunque como admite Santos, “son muchos más los que viven aqui sin estar censados porque hay mucha inmigración”. Inmigrantes que también son una característica importante de San Matías, donde los gomeros puede decirse que tienen su segunda isla. Asociaciones de peruanos, dominicanos o ghaneses también forman parte del entramado social del barrio.

Un lugar, San Matías, que ha ido ganando en servicios e infraestructuras a base de la unión de sus vecinos, “con manifestaciones, huelgas, todo para que desde el ayuntamiento nos hicieran caso en nuestras demandas”, destaca Santos. Desde la Asociación de Vecinos se asegura que San Matías es un “un barrio tranquilo”, lleno de “gente acogedora”. Sin embargo, la fama de ser un barrio inseguro persigue a San Matías, algo que sus vecinos desmienten rotundamente: “Como en todos los barrios hay puntos negros pero no es un lugar inseguro”, comenta la presidenta de la Asociación de Vecinos. Añade que “llevo viviendo aqui más de 30 años y no me siento insegura”. Santos asegura que es más la “mala fama” que se le ha dado “que lo que realmente sucede en las calles”. Adrián Machado, responsable de Cáritas en San Matías, apoya la afirmación de Santos: “Yo llevo viviendo aqui cinco años y jamás me he sentido intimidado o inseguro”. Como la mayoría de barrios de la periferia de las grandes ciudades, San Matías ha visto como la crisis ha golpeado duramente a sus familias. Son muchos los que trabajaban en la construcción y ahora no encuentran trabajo. El responsable de Cáritas certifica que en los primeros seis meses del año se ha duplicado el número de familias que acuden a solicitar ayuda al centro de Cáritas. “De 50 a 60 familias que atendíamos el año pasado hemos pasado a 120”. Alimentos, ropa e incluso medicinas son las ayudas que dispensa la entidad católica. Cáritas también apuesta por dar salida a nuevos proyectos como el que ha presentado para el barrio a Banca Cívica, que de conseguir el apoyo suficiente, sería el primero que se pondría en marcha en el San Matías. El centro se encuentra atendido por seis voluntarios del barrio, la mayoría gente mayor que ha visto como la situación se deteriora y apuesta por ayudar.

Bárbara Santos, presidenta de la asociación de vecinos, y Adrián Machado, responsable de Cáritas. | F. P.

En cuanto a las infraestructuras, hasta hace no mucho, el barrio presentaba serias carencias. Es en los últimos años cuando han podido por ejemplo de disfrutar de un espacio público como es la plaza del barrio, cuyas obras de remodelación terminaron a penas hace un año. Además con un Centro Ciudadano que se ha convertido en el auténtico motor de la actividad vecinal y donde se desarrollan numerosas actividades. Sin embargo, aún son muchas las necesidades que demandan estos vecinos, entre ellas la petición ya histórica de contar con un consultorio local: “Incluso hay un local disponible que el Ayuntamiento dejó para la instalación del consultorio pero Sanidad no contempla su apertura por los ratios poblacionales”, explica Santos.

Los vecinos coinciden en que necesitan más espacios verdes ya que “a penas tenemos sitios donde puedan jugar los niños”, explica Adrián Machado. La casas de la juventud también está cerrada desde hace un año y en cuanto a instalaciones deportivas, “la única que hay es el pabellón del Colegio Público San Matías”. La última gran revindicación pasa por las comunicaciones del barrio. “Ahora mismo solo tenemos una entrada y salida del barrio”, señala Santos. “Estamos a la espera de que terminen las obras para poder tener una comunicación directa con la autopista, pero parece que no acaban nunca”, añade la presidenta de la Asociación de Vecinos.

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“Ni los taxis querían entrar al barrio”

María Fernanda Perdomo lleva más de media vida viviendo en San Matías. A sus 80 años mantiene vivos los recuerdos de aquellos primeros años en los que “solo había cabras y tierra”. Como la mayoría de los vecinos, construyó su casa “trayendo los bloques a la cabeza desde donde nos los dejaba el camión”, relata. En aquel entonces, principio de los años 60, San Matías a penas contaba con cuatro casas y las carreteras eran de tierra. “Cuando llovía se llenaba todo de fango y hasta los taxis se negaban a entrar porque el coche se les llenaba de fango”.

María Fernanda cuenta como tenían que traer el agua a la cabeza, “los chorros estaban lejos y teníamos que dar varios viajes para traer el agua que nos hacía falta”. Había uno donde se ubica actualmente la sede de CajaCanarias y otro en Taco, recuerda. También los materiales para construir su casa tuvo que traerlos a la cabeza. “En mi calle no había ninguna casa todavía y hasta el cemento lo tuvimos que cargar desde Casa Padilla, con los bloques y las planchas que yo quería”. Además como casi no había vecinos tenían que estar pendientes por la noche de los materiales porque “algunos aprovechaban para llevárselos para sus casas”.

María Fernanda Perdomo, en su casa de San Matías. | F. P.

Uno de los recuerdos que más vívido tiene esta vecina de San Matías es el de las numerosas protestas que los habitantes del barrio protagonizaron para que el ayuntamiento dotara a la zona de los servicios mínimos necesarios. “Nos manifestamos para que nos pusieran el agua y la luz y cuando íbamos al ayuntamiento el alcalde se nos escondía”. Se acuerda de cómo una de las veces “llovía a mares y nos dio la una de la madrugada esperando por el alcalde, que se marchó por la puerta de atrás para no atendernos”. María Fernanda recuerda como cuando dijo que se iba a vivir a San Matías, sus conocidos se llevaron las manos a la cabeza: “Me decían que si me iba a vivir a ‘la chancha’, que es cómo llamaban a esto”. Incluso recuerda a Matías, “que vivía en las cuevas de la montaña y que por eso llaman a esto ahora San Matías”.

Pero también había tiempo para la diversión: “Nos íbamos a un salón que había y alli nos poníamos a bailar con Manolo Escobar”, recuerda María Fernanda Perdomo divertida. También se acuerda María Fernanda de cómo los soldados que hacían el servicio militar en Hoya Fría, “cuando se escapaban terminaban aqui en el barrio y luego venía la Policía Militar a buscarlos”.

Perdomo reconoce que el barrio ha crecido mucho pero cree que aún necesita de muchas infraestructuras. “Hemos pasado bastante y seguimos pasando”, apostilla. Se queja de que hay muchos solares que se han convertido en lugares para arrojar basura, “como están vallados los camiones no vienen a limpiarlos”.[/apunte]