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CONTRAPOSICIONES > POR NURIA ROLDÁN-ARRAZOLA

Laicidad de la unión

   

La discusión sobre los orígenes suele ser bastante infructuosa; puede ir de la mano de opciones reduccionistas y nacionalistas que colocan la exclusividad y la pureza como elemento excluyente y determinante de la identidad. Por ello el requerimiento que realiza la Iglesia católica, junto a algunas opciones políticas de nuestro entorno, para la introducción de los orígenes del cristianismo como elemento esencial de la construcción europea no está refiriéndose exclusivamente a unas creencias religiosas sino a un interés político.

Si bien es cierto que la construcción europea y el pensamiento científico deben mucho al cristianismo, no lo es menos que el paganismo, el derecho romano o la filosofía griega son empresas de relevancia en la configuración de nuestro actual sistema de convivencia. Sin embargo, ninguno de ellos reivindica un lugar privilegiado en una futurible Carta Magna Europea. La Iglesia católica en España tiene el récord de ser la iglesia mejor financiada de Europa, lo que puede deberse a dos elementos significativos:

-El primero y fundamental, la posición privilegiada que le ofrece la Constitución Española, donde es reconocida como interlocutora singular con el Estado secular. Ésta excepción posibilita los concordatos y los acuerdos excepcionales para la prestación de servicios públicos con financiación del Estado, léase el concierto educativo.

-Y dos, que se asegura el control de la impartición del dogma cristiano con la selección y el control del profesorado de religión, que no responde al claustro ni a la dirección de los centros, sino a la curia romana.

Luego está la torpeza de políticos excluyentes, que, para demostrar su denominado “izquierdismo”, realizan campañas propagandísticas sin el debido rigor científico y sin dejarse asesorar sobre las consecuencias que pueden tener sus excesos. Pueden hacer retroceder en la secularización del Estado y, por ende, en su laicidad, favoreciendo así a una institución absolutista y atemporal que sabe esperar los momentos y aprovechar las oportunidades.

Por ello se lucha en vano a la contra y sí, por el contrario, hay que centrar la reflexión, atemperar el mando y formular las políticas con rigor científico y mesura. La cuestión no estaría centrada, a mi modo de ver, en la supuesta deuda que la Unión Europea tiene con el cristianismo, por las razones que antes he expuesto, sino en facilitar un marco de convivencia lo suficientemente respetuoso con los derechos humanos y civiles, para que queden asegurados y posibilitar el crecimiento de la pluralidad sin la renuncia a los consabidos valores democráticos, fundados éstos en la igualad de oportunidades y en la libertad de credo.

Europa tiene grandes retos que enfrentar y éstos no deben realizarse sobre la base de unos pocos, sino de los muchos que hoy somos europeos, de los muchos que estamos dispuestos a arrimar el hombro para que nuestro modelo de convivencia siga siendo de tolerancia, sin caer en los excesos del relativismo cultural, sino, muy al contrario, en la diversidad con un hondo respeto por los valores civilizadores de la libertad. Valores que siempre han ido unidos al progreso cualitativo; es más, no hay progreso social sin los valores de respeto, tolerancia y pluralidad. La fortaleza de estos valores fue el caldo de cultivo para la creación de un nuevo paradigma científico: el hipotético- deductivo, base de la progresión científica y también ética.

nuria-roldan.blogspot.com