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FAUNA URBANA > POR LUIS ALEMANY

Ni letras ni números

   

No posee uno tanta fatuidad como para pensar que los hipotéticos lectores de esta columna se encuentren desconcertados tras la publicación el martes pasado (en estas páginas) de un artículo bajo el tíitulo “Números y letras”, el cual no guardaba la menor relación con su contenido, que se limitaba a reproducir el texto de otro previo, aparecido en esta misma sección exactamente una semana antes, titulado “Los gestos de la gesta”, en el que se glosaba la efeméride de la batalla que mantuvo Tenerife con el almirante Nelson el 25 de julio de 1797, repìtiendo -de manera anacrónicamente textual- que tal fecha se “conmemoró ayer”; porque (tal como se inician estas líneas) pretender que los posibles lectores de esta columna recuerden las precedentes, sería tanto como suponerles mayor atención por mis escritos que la que le presta su propio autor, que cuando algún amigo (o algún desconocido) lo interpela en la calle acerca de la última columna publicada, rara vez la recuerda.

Un amigo escritor, muy presuntuoso, cada vez que publicaba un artículo comentaba que debería aparecer íntegro de nuevo en el número siguiente de la publicación, para que pudieran acceder a él aquéllos que aún no lo habían leído: no ha sido éste -espero que me crean- el motivo de esta reproducción columnística, en el apresurado plazo de una semana, sino la imprevisible intervención de los inveterados duendes de la imprenta, a quienes las redacciones periodísticas achacan cómodamente los errores que sus integrantes cometen: en este caso, publicar el título de un nuevo artículo (que probablemente aparezca el domingo próximo) encabezando un texto previamente editado.

No puede uno por menos de reconocer -a este respecto- que la supuesta precisión cibernética de la moderna prensa, no ha abolido (como a la vista ha estado aquí) el fabuloso mundo de las erratas, tal vez porque las máquinas no se equivocan jamás, pero sí -por alegre fortuna- quienes las manejan; por más que uno siga añorando la precisión del bolígrafo, la máquina de escribir, y las linotipìas, acerca de las cuales es fama la anécdota (tal vez apócrifa, ma si non e vero e ben trovato) de Luis Álvarez Cruz, que -durante muchos años- publicó una columna diaria en El Día, titulada, “Las manos sobre el teclado”, según la cual una noche -casi al cierre- bajó a los talleres y se enfrentó con Ascanio “El Chato”, uno de los mejores tipógrafos de Canarias, sentándolo ante tal máquina y dictándole improvisadamente el artículo, tras concluir el cual epifonemó: “¡Para que se jodan los niños de la escuela de Periodismo!”, de la cual era profesor.