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ANÁLISIS > POR JOSÉ SEGURA CLAVELL

Nueva estrategia territorial

   

En las diferentes etapas del verano hemos escrito sobre el cambio climático, sobre energías renovables y sobre ordenación del territorio. En este artículo, lo primero que propongo es que nos hagamos una pregunta que personalmente me hago a menudo: ¿cuáles son los nuevos procesos de cambio que operan sobre el territorio?; ¿cuáles actúan sobre nuestras Islas? Y ¿por qué? El territorio, curiosamente y pese a su importancia, es un gran desconocido. Le pasa como al turismo, una de nuestras principales fuentes de riqueza, del que, pese a la experiencia que atesoramos, seguimos sin resolver un modelo a medio y largo plazo. Somos una potencia a reconsiderar, que nadie lo dude, pero ello pasa por definir una estrategia territorial diferente. Desde distintas disciplinas, como la geografía, la economía o la sociología, se adoptan normalmente visiones prospectivas. Se intenta una identificación del futuro sobre la base de la detección de tendencias históricas o sobre el estudio de fenómenos de cambio experimentados por ciudades o territorios en otros lugares, en otros contextos. Estos métodos son necesarios, pero insuficientes. No podemos asumir el determinismo histórico, en el sentido de que lo que suceda o se configure sea al margen de la imaginación y de nuestra capacidad de actuación en el siglo XXI. No lo interpreten, por favor, como una irreverencia con la historia, todo lo contrario. Tendencia no es destino; podemos entre todos decidir qué hacer. Les recuerdo algo que en ningún momento debemos olvidar: el suelo, por suerte o por desgracia, tiene dueños. Esta advertencia no es baladí, y es una de las incógnitas más difíciles de despejar y satisfacer, por dos motivos obvios: porque su origen se pierde en el túnel del tiempo y por la cultura que compartimos refrendada en nuestra Constitución. El urbanismo como disciplina no ha hecho buenas aportaciones cuando ha olvidado o se ha desligado de la sociedad y de su evolución. El buen urbanismo siempre fue de la mano de la filosofía e incluso en los últimos tiempos ha echado mano de razonamientos originarios de la termodinámica de los procesos irreversibles, y nunca se ha desarrollado con independencia de una determinada concepción social. La planificación territorial solo es eficaz vinculada a la estrategia, a la economía, a la política y, cómo no, a la gente. En nuestra tierra falta la estrategia. Tenemos que cambiar para hacer del territorio no solo una moneda de cambio, sino para hacerlo un generador: por una parte, de vida colectiva y, quizás más importante, de economía, es decir, riqueza, empleo, identidad, estabilidad. Estrategias correctas y adaptables, basadas en el consenso. Tiene solución. Lo que sí es cierto es que no puede llover a gusto de todos. Se hace necesario parar o frenar, y repensar un modelo cargado de sentido común para las Islas. No se puede, mejor, no se debe, planificar sin decidir previamente cuál es la estrategia, y cuáles son nuestras fortalezas, que no son pocas. ¿Seremos capaces de articular lo que propongo?, ¿cómo serán nuestras ciudades en el futuro?… ¿Cómo viviremos en estas Islas?… No escaparemos a estos cambios; es más, debemos aprovechar estas transformaciones que se producen como resultado del cambio de mentalidad. Existen pautas de comportamiento que emergen como consecuencia de la nueva sociedad de la información y de una diferente valoración de la naturaleza y del medio ambiente. Como ebanistas, nos debemos convertir en artesanos del territorio, restauradores de unas islas dañadas.

*Diputado nacional del PSOE por Santa Cruz de Tenerife