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opinión > por Manuel Darias

Paulino Rivero y La Salle

   

La fructífera historia del colegio La Salle San Ildefonso se inicia cuando, en 1911, abre sus puertas en un viejo caserón de la calle San Vicente Ferrer.
En 1933, las leyes de la República Española obligan a cerrar la ya afamada y querida institución escolar pero, en 1941, recién terminada la Guerra Civil Española, los Hermanos de las Escuelas Cristianas regresan a Santa Cruz y refundan el colegio San Ildefonso en un modesto chalet que, poco después, sería sometido a importantes obras de ampliación.
El prestigio del centro docente es tal que, en 1953, el número de alumnos ya está sobre el millar.
El caserón de La Salle se mantiene incólume durante muchos años hasta que, entre 1994 y 1998, se construye una renovada ala central, con una reestructuración general del edificio. Finalmente, en 2006, se procede a iniciar una nueva ampliación, con el diseño de un ambicioso proyecto que se culmina en 2010.
En el transcurso de los anales de este popular centro escolar, dirigido por los Hermanos de las Escuelas Cristianas, el Colegio La Salle San Ildefonso ha formado a muchísimas personas provenientes de todos los pueblos y lugares, no solo de Tenerife sino también de todas las Islas Canarias, especialmente en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, en los que existía un internado que acogía a jóvenes de múltiples procedencias.
cEstos exalumnos, que se educaron en una línea de conducta ejemplar, acorde en todo momento con lo mejor de nuestra tradición cristiana, han destacado en los más variados puestos de responsabilidad en el seno de la vida profesional, política, social, cultural y deportiva de Canarias.
Como reconocimiento a la labor desarrollada por los Hermanos de la Escuelas Cristianas, en 1985, el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, siendo alcalde Manuel Hermoso, concede al Colegio San Ildefonso la Medalla de Oro de la Ciudad.
En 2010, el Cabildo de Tenerife, presidido por Ricardo Melchior, le otorga igualmente la Medalla de Oro de la Isla. He creído imprescindible evocar esta breve remembranza histórica del colegio La Salle San Ildefonso para, a continuación, exponer un insólito hecho sucedido en el transcurso de este mismo año, en el que se festejaba un importante acontecimiento: el centenario de la apertura de este prestigioso centro educativo.
Durante 2010 y 2011, una comisión creada al efecto y constituida por antiguos alumnos de diversas promociones, padres de alumnos y profesores, encargada de organizar los eventos conmemorativos de la extraordinaria efeméride, hizo las gestiones necesarias ante la Presidencia del Gobierno de Canarias para que Paulino Rivero, como es reglamentario, otorgara la Medalla de Oro de Canarias al colegio La Salle San Ildefonso, una concesión que los lasalianos hubiéramos considerado como el cierre más apropiado y brillante del centenario.
En Presidencia se nos indicó que tendríamos que buscar apoyos entre las instituciones canarias y eso hicimos. Presentamos un grueso dossier con los respaldos por escrito de numerosas entidades como: colegios profesionales, sociedades recreativas, fundaciones, centros educativos, federaciones deportivas, asociaciones diversas, organismos públicos y privados, etcétera. Parecía que lo pedido había sido cumplimentado y que los relevantes y meritorios servicios docentes del colegio La Salle San Ildefonso estaban plenamente justificados.
Se pueden imaginar la decepción sufrida por los integrantes del numeroso colectivo lasaliano canario, cuando nos enteramos de que nuestra razonable demanda no había sido atendida.
En lo que a mí respecta, he de reconocer que el desencanto fue tremendo. Confieso que siempre he sido un votante de Paulino Rivero, porque lo considero un político serio, competente, equilibrado y prudente, que lo ha hecho razonablemente bien teniendo en cuenta los graves problemas con los que ha tenido que lidiar.
No obstante, he de manifestar que su comportamiento en el caso del colegio La Salle San Ildefonso, me ha sorprendido. También, biográficamente hablando, me ha resultado incomprensible la actuación del presidente, máxime teniendo en cuenta que su Diplomatura en Magisterio, debería situarlo en posición de ser un perfecto conocedor de los méritos y virtudes que concurren en un centro docente como el que nos ocupa.
No me parece elegante el hacer comparaciones con nadie. No obstante, lo que sí puedo afirmar, con total rotundidad, es que, en esta ocasión, el colegio La Salle San Ildefonso, en la celebración de su centenario, era el más adecuado merecedor de la Medalla de Oro de Canarias. A pesar de la frustración por lo sucedido, los componentes de la gran familia lasaliana en Canarias no nos rendimos ante esta inexplicable contrariedad. Lo seguiremos intentando.