El seísmo de Pucallpa >

Perú vive un ‘inofensivo’ terremoto de 7 grados

CARMELO RIVERO | ICA (PERÚ)

El seísmo registrado este miércoles en la selva central de Perú (de 7 grados en la escala de Richter), con epicentro cerca de la agropecuaria Pucallpa, a más de 500 kilómetros de Lima, y sin víctimas mortales (una veintena de heridos) ni daños materiales de consideración, se sintió en casi todo el país, así como en Bolivia, Brasil y Ecuador. La profundidad del epicentro (146 kilómetros) es la causa de que el radio de acción de la sacudida tuviera tal amplitud y que, a su vez, resultara inocuo.

Pese a las primeras noticias tranquilizadoras de la policía de Contamama, cuya comisaría está situada cerca de donde se desató el evento, se temió –con el recuerdo vivo del terremoto de Ica de 2007- un balance desolador en las áreas pobladas más inaccesibles. Pero, siendo Perú un país de alto riesgo sísmico, por estar en el anillo del Pacífico, sabe que sus ‘remezones’ son superficiales y, por tanto, muy lesivos en la costa, moderadamente devastadores en las zonas andinas intermedias y, por suerte, profundos y poco preocupantes en la Amazonía, como en este caso.

Los heridos, todos ellos leves, se concentraron en el departamento de Junín. A un matrimonio de Perené se le derrumbó la casa de precarios materiales, y dieciocho escolares de Huancayo y Jauja se cayeron en la evacuación. Una mujer que murió de un infarto, en Pisco, distante del epicentro, dio pábulo a la controversia de si fue una muerte casual o desencadenada por las secuelas psicológicas del terremoto que padeció esta ciudad turística de mar hace cuatro años (el de Ica), que prácticamente la borró del mapa. El nuevo presidente, Ollanta Humala, debutó días atrás en el cargo visitando, precisamente, Pisco, dado del alto valor simbólico de esta ciudad castigada por aquel terremoto traumático.

El seísmo de Pullpa (al que siguió una réplica de 5.2 grados), ocasionado por un desplazamiento de la placa de Nazca, coincide, en efecto, con el cuarto aniversario del que sufriera el departamento de Ica (que por peso económico ya es el segundo en importancia del país), con una magnitud de 7.9 grados y costó la vida a más de medio millar de personas.

En esta ocasión, en que el epicentro se localizó en una zona poco poblada y con escasas construcciones, de una accidentada orografía, hubo igualmente una reacción de pánico de los vecinos, que se echaron a la calle y quedaron incomunicados telefónicamente. Algunos cerros se desprendieron. Pero, de inmediato, se observó que el susto no era comparable al de cuatro años atrás. La falta de noticias fue la noticia. Lo que se propagó al instante fue un silencio informativo desesperante, dada la lejanía y el colapso telefónico.

La ventaja de este temblor, respecto al del 15 de agosto de 2007, es que se vivió con Perú de día, a las 12:46, lo que le restó dramatismo inmediato a un suceso por otra parte frecuente en este país y cuantos atraviesan el cinturón de fuego del Pacífico. El terremoto se sintió en la capital, Lima, donde oscilaron levemente algunos edificios y afectó también momentáneamente a las comunicaciones telefónicas, así como en la citada Ica (aún sensible a cualquier movimiento telúrico por el trágico recuerdo a flor de piel de su terrible antecedente) y, de modo desigual, en buena parte de la geografía de este extenso país andino. A su vez, tuvo resonancia en los países fronterizos, como Brasil (el epicentro casi invadió su territorio), Bolivia y Ecuador.

Desde que se supo que Estados Unidos, en la víspera, había sido pasto de un seísmo de 5.8 grados en la escala de Richter, Perú y toda la costa del Pacífico pusieron las barbas a remojar.

Pucallpa (‘Tierra Colorada’ en quechua), al noreste de Lima, capital del departamento de Ucayali, en el llano amazónico, vive del comercio, la pesca, la agricultura, la ganadería, la industria maderera y el turismo ecológico. Está poblada por unas 200.000 personas.

Ha sido revelador descubrir que este país tiene una escala particular de preferencias informativas. La prioridad corresponde por entero a cuanto sucede en la costa, toda la vertiente oeste del extenso país. Era evidente, pese a la dimensión del caso, la inhibición de las emisoras de radio, que apenas se tomaban la molestia de informar al respecto. En particular, la RPP, emisora referente durante el grave terremoto de 2007, le dio de lado a la noticia durante las primeras horas.

El hecho de que el corazón del seísmo esta vez no radicara en las grandes urbes que dan al mar, sino en la intrincada selva central y nororiental, explica ese desinterés. El mismo que percibo entre el Perú desarrollado, que muestra un índice estratosférico de crecimiento (por encima del 9%) y el Perú profundo que languidece en medio de la pobreza en la sierra y la selva, donde ahora le ha tocado este terremoto inofensivo en la ruleta sísmica de un subcontinente habituado a rehacerse tras cada nuevo episodio destructivo de la naturaleza.

Por un instante, el seísmo pudo desviar la mirada de este país, pero no lo consiguió por su discreta incidencia. A Perú le obsesiona ahora la inseguridad callejera, verdadera ‘papa caliente’ en el país que parió el tubérculo hace 8.000 años. Los robos, asaltos y secuestros desafían al gobierno del nacionalista Humala, que ha creado un consejo nacional de seguridad ciudadana bajo su dirección personal para limpiar las calles de una criminalidad que es el principal Talón de Aquiles de Perú, la ‘China’ de América por su alto crecimiento.