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> POR RAFAEL TORRES

Que se mueran los feos

   

Se equivoca probablemente quien suponga que la estulticia y la avilantez de la clase política española tiene un límite: a juzgar por lo que casi toda ella ha perpetrado este verano en relación a la Sanidad Pública, no lo tiene. Desde Figueras a Cádiz, un siroco de desmantelamiento y miserabilización de la atención sanitaria recorre España, donde sólo los creyentes de cualquier confesión religiosa pueden encontrar algún consuelo, el de encomendarse a sus dioses. Tiemble el que enferme en agosto, pues hallar quien le remedie en este paisaje desolador de centros de salud cerrados, especialistas ausentes y camas hospitalarias clausuradas puede suponerle un esfuerzo descomunal, si es que no, en muchos casos, postrero. Artur Mas ha cerrado “por vacaciones” decenas de ambulatorios, pero en Madrid o en Andalucía las cosas no son muy distintas.