El OBSERVADOR IMPERTINENTE > POR CARLOS E. RODRÍGUEZ

Tras el ‘error ZP’, de nuevo el consenso

En plena dramática profundización de la crisis económica, las alegres vacaciones de Rodríguez Zapatero son un insulto incalificable a los ciudadanos, que viven estas semanas -no solo los empresarios, sino también los trabajadores- literalmente empavorecidos por el endurecimiento de la crisis, la falta de medidas por parte del Gobierno y la probabilidad creciente de un auténtico crash. La situación, sin precedentes conocidos en toda la etapa democrática, de una economía abandonada a su suerte por un Gobierno que ha perdido cualquier sentido de la responsabilidad, exige que la oposición salga mejor mañana que pasado de su también raro ensimismamiento y plantee ya formalmente en el Congreso la moción de censura. Algunas recientes declaraciones de Soraya Sáenz de Santamaría permiten alguna esperanza de que esto, que la sociedad reclama, vaya a producirse, pero conviene hacerlo mejor mañana que pasado, porque la situación económica no es que sea límite, es que está ya al otro lado del límite. Cierto que, inocultablemente, el líder del PSOE no es ya el afortunadamente amortizado Rodríguez Zapatero, sino el candidato Pérez Rubalcaba, y así se percibe ya claramente en Ferraz, pero eso no excusa la muy grave irresponsabilidad del todavía presidente del Gobierno de no hacer frente a sus funciones y responsabilidades, y dedicarse solo a disfrutar, en lo que le queda, de las prebendas y privilegios del cargo.

Sucederá lo que tenga que suceder, pero España, esto es, los españoles, no se merecen que su Gobierno haya tirado la toalla y renunciado, sólo por no dialogar nada con la oposición, a cualquier iniciativa de las muchas que serían posibles, si no para vencer la crisis, al menos para mitigar sus efectos. Y la oposición debe hacer algo más que quejarse de la situación, porque la opinión pública espera no sólo un desafío histórico, sino también una exigencia pública de responsabilidades al culpable de esta situación, esto es, a Rodríguez Zapatero, cuya salida de La Moncloa tras las elecciones no será, ni mucho menos, reparación suficiente por el daño causado a todo el país, esto es, a todos los ciudadanos, y desde luego a la economía española.

No me produce satisfacción alguna tener que insistir en ello, pero lo considero inevitable y necesario: un país que, desde el inicio de la transición, ha tenido presidentes de la talla y credibilidad de Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo, Felipe González e incluso José María Aznar, de ninguna manera se merecía en La Moncloa un personaje tan inverosímil como Rodríguez Zapatero, cuya salida de la presidencia es ya más que una cuestión política, es una exigencia de salvación nacional. Añadiré algo más: considero tanto al socialista Alfredo Pérez-Rubalcaba como al popular Mariano Rajoy sobradamente capaces de que se vuelva a gobernar el país desde La Moncloa y de promover los amplios consensos transversales que la extrema gravedad de la crisis económica exige, pero es inevitable reconocer también que el muy inteligente Pérez-Rubalcaba tiene parte de culpa, aunque sólo sea pasiva, en lo sucedido en estos inverosímiles años de ZP, y es evidente de que, aunque estoy seguro que él mismo así lo piensa en su fuero interno, nunca lo hará explícito por natural lealtad al partido, lo que debilita gravemente su capacidad para afrontar, tras la salida de ZP, las durísimas medidas que van a ser requeridas por la extraordinariamente grave situación de la economía española, probablemente peor que la media europea. De ninguna manera quiero decir que no haga lo que tenga que hacer, sino únicamente que lo va a tener más difícil de lo que lo tendría su antagonista electoral, Mariano Rajoy.

El pesimismo y el miedo cruzan transversalmente el país. No solo los grandes empresarios, con toda evidencia ya empavorecidos ante la situación actual y el previsible horizonte próximo, sino incluso los medianos y pequeños empresarios y los trabajadores, necesitan ya en La Moncloa, mejor una semana antes que una semana después, alguien con mínimos de credibilidad para convocar a una gran operación transversal que afronte la crisis y consensúe un plan razonable para superarla. ¿Podría hacer esto Alfredo Pérez Rubalcaba? La opinión de este comentarista es afirmativa, pero es inevitable el recelo de pensar por qué un hombre inteligente y capaz como Pérez-Rubalcaba ha permitido que la situación llegara hasta la sima donde ha llegado. La lealtad al partido justifica muchas cosas, pero nunca tanto como para una complicidad, aunque fuera pasiva, con el político incapaz, José Luis Rodríguez Zapatero, que ha conducido España a la sima de la crisis con la misma incomprensible determinación con que el capitán del Titanic condujo el gran navío al choque fatal con el iceberg.

Elecciones generales, ya

En una democracia seria y responsable, Rodríguez Zapatero (que no es, afortunadamente, lo mismo que el PSOE) debiera salir de La Moncloa cuanto antes, mejor mañana que pasado, tras rendir al país el último servicio de convocar esas elecciones generales que son ya una exigencia de salvación nacional. Lo mismo el conservador Mariano Rajoy que el socialista Alfredo Pérez-Rubalcaba -según determinase la voluntad de los electores- supondrían una esperanza y desde luego una garantía de que La Moncloa recuperase nivel y capacidad para afrontar la crisis. Y pienso sinceramente que los dos tendrían asimismo capacidad de transversalidad, esto es, de recuperar el diálogo para concertar la política contra la crisis. Lo importante es que, cuanto antes, esta pesadilla inverosímil que ha sido Rodríguez Zapatero sea solo un mal recuerdo y una advertencia hacia el futuro de que no cualquiera vale para la muy alta responsabilidad de dirigir un país europeo moderno. Para que nunca más se repita una etapa política tan vergonzosa, habrá que esperar que los grandes partidos tengan mejor sentido de la responsabilidad a la hora de elegir sus candidatos.

En fin, como advertía el inolvidable Cándido, no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista. Le toque al inteligente socialista Alfredo Pérez-Rubalcaba o al inteligente conservador Mariano Rajoy, al físico o al registrador de la propiedad, la tarea que llega es ingente y trascendental, porque están en juego nada menos que la economía española y por tanto, el bienestar de los españoles. Una vez más, es tiempo para grandes consensos transversales, en el espíritu que hicieron posible los grandes líderes, de izquierdas y de derechas, de la transición. Lo mismo Pérez-Rubalcaba que Rajoy tienen sobradas dotes de capacidad y talento para hacerlo. Debieran ser capaces de aprovechar y aunar sus cualidades para el interés común de los españoles.