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EL MEGÁFONO > MARÍA JIMÉNEZ (II)

Un equipo que jugaba en el cauce del barranco

   

El conjunto comenzó esta semana los entrenamientos, para la próxima temporada. | FRAN PALLERO

NANA GARCÍA | Santa Cruz de Tenerife

Hoy en día es indudable que el fútbol ha alcanzado cotas que trascienden lo meramente deportivo para convertirse en un importante factor económico, cultural y de cohesión social de las naciones desarrolladas.

Pero la memoria de este juego de multitudes, cuyo origen se remonta al siglo XIX, está compuesta de pequeñas historias, las de los cientos de miles de pequeños equipos de fútbol que nacen al amparo de los barrios de muchas ciudades. Este es el caso del Atlético San Juan, el club insignia de María Jiménez que, con casi 210 jugadores, está sumergido en un “proyecto integral” en los equipos de la base, con el que sus responsables esperan “crear una cultura de club de barrio” que cohesione a sus miembros. Fundado en 1973 por Andrés Domingo Déniz, el club no contaba ni siquiera con un “campo” propio, por lo que hasta hace unos años entrenaban y jugaban “de prestado” en San Andrés, Valleseco o el barrio de La Alegría.

Pero la idea de crear un equipo propio surgió en la playa, en la desembocadura del barranco del Bufadero, donde hace unas de cuatro décadas los jóvenes de María Jiménez (desde los valles hasta la parte baja) y de barrios colindantes se reunían de manera aficionada para compartir “tardes de fútbol”, relata Alejandro Pérez Pérez, uno de los fundadores y presidente hasta hace poco del club.

El Atlético San Juan inició entonces una trayectoria que ha ido creciendo, profesionalizándose y adaptándose a las nuevas normativas nacionales e internacionales, ya que a partir de los cadetes, todos sus entrenadores tiene titulación, explica su actual presidente, Ramón Delgado, un hombre vinculado a la casa desde 1977 “por amor al arte”.

En la actualidad el equipo de María Jiménez cuenta con 12 filiales (un prebenjamín, tres benjamines, dos alevines, dos infantiles, dos cadetes, un juvenil y un regional), que en la próxima temporada iniciarán , de la mano de Braulio de León, entrenador del equipo regional y coordinador de toda la cadena. “Hace apenas ocho años no se veía reflejado en el equipo el compromiso de los vecinos”, explica De León al tiempo que indica que “se está creando una cultura de club de barrio” en la que todos “ se sientan partícipes. Con poco que aporte cada socio, cada jugador o cada directivo, “el equipo funcionaría mucho mejor”, explica Ramón Delgado, dado que su sistema de financiación depende de “las cuotas de los padres” de la base, mientras que el regional y juvenil se gestiona “con la subvención del arbitraje y alguna que otra valla publicitaria en el campo de fútbol”.

Además, mientras el equipo regional, que juega en categoría Preferente, luchará esta temporada por intentar lograr el ascenso, la base contará con “un régimen interno y normas para toda la cadena así como proyectos nutricionales y psicológicos”, sostiene Braulio de León.

A pesar de que sus miembros lo consideran “un club muy humilde”, el Atlético San Juan ha aportado muchas alegrías al barrio en el ámbito deportivo, aunque reconocen que aún tienen “problemas de infraestructuras”.

Mañana miércoles:
El Megáfono (III). Los Sofocados, el Carnaval de María Jiménez

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El olvido del Ayuntamiento de Santa Cruz

Los jóvenes jugadores del Atlético San Juan necesitan que se “mejoren las instalaciones deportivas” actuales. La precariedad económica y han impedido que el campo de fútbol que se había proyectado para María Jiménez sea una realidad. “El Ayuntamiento nos tiene olvidados y abandonados”, dicen sus responsables.
La infraestructura con la que cuentan en la actualidad, ubicado en el seno del propio barrio, carece de graderío, no tiene un vestuario adecuado, no cuenta con oficinas, la cantina está en un lugar inapropiado… suerte que Ramón Santana se encarga, de manera voluntaria, “de que las cosas funcionen”, destacan .
Desde el año 2002 el campo necesita un vallado, para que el club pueda cobrar entrada y así tener unos mínimos ingresos que mantengan toda la maquinaria de los filiales.

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