SUSANA NASSER | Santa Cruz de Tenerife
En Segunda B y con una entrada de 8.206 espectadores. Ya quisiera más de un equipo de la Liga de Fútbol Profesional, ayer en huelga, contar con el respaldo de más de ocho mil personas en una jornada que para muchos significaba el último respiro antes de volver al tajo y donde el calor fue pegajoso protagonista.
Eran las 16.15, y hacía tan solo media hora que el estadio abría sus puertas, con mucho retraso, a los medios de comunicación. Ya se palpaba en las calles la expectación que causaba el inicio de temporada. Aunque esta vez tras el jarro de agua fría del descenso a Segunda B. Los colores blanquiazules eran cada vez más frecuentes en los alrededores del Heliodoro Rodríguez López. A las 16.58 el Tenerife saltaba al terreno de juego recibido con un caluroso aplauso de bienvenida por parte de los aficionados, que tenían ante sí a un nuevo colectivo, desconocido para la mayoría. Todos menos Sergio Aragoneses, el único y querido superviviente.
Pero estaba claro que la categoría marcaría la diferencia en la transición de los hechos. A las cinco de la tarde, el árbitro dio el pitido inicial que marcaba el arranque del choque. Pero había que esperar un poco más. Víctor Padrón, delegado del equipo que este año también deberá ejercer de delegado de campo, tuvo que acercarse martillo en ristre a la red de la portería que defendía Santi Hidalgo, del Vecindario. El motivo, los anclajes no estaban suficientemente fijados. Tres martillazos y problema resuelto.
Justo a la derecha, a solo diez metros del arco, los fotógrafos de los diferentes medios de comunicación tenían que hacer su trabajo desde el suelo porque no había sillas suficientes para poder sentarse.
Imprevistos aparte, una gran ovación daba comienzo al estreno del Tenerife en esta temporada olvidando las penas del descenso. Las jugadas de Tacón, Bravo y Perona arrancaban fuertes aplausos en las gradas. Los Tenerife oé seguían sonando, como ocurría en Segunda A. Como ocurría en Primera. El descanso llegó con empate a cero en el marcador. Otro inconveniente: las cantinas no disponían de las suficientes botellas de agua para calmar la sed de los seguidores. Eso sí, los precios de éstas siguen siendo de Primera.
En el primer cuarto de hora de la segunda mitad llegaron los dos primeros goles. Víctor Bravo el primero, y Perona el segundo. El Rodríguez López explotó y trajo consigo la tranquilidad. Volvió el ‘bota Heliodoro’ después de dos años de tristeza en la grada. Por un momento se olvidó la Segunda B. El ambiente era de Primera. El susto casi lo da el colegiado. Se echó la mano a su pierna derecha, una retirada hubiera dejado el partido con solo dos colegiados, pues en Segunda B no hay cuarto árbitro, otra diferencia de la Segunda B. Por suerte, hubo recuperación rápido.
El gol de Nico dio la tranquilidad, llevó el delirio a la grada y fue el pretexto perfecto para que, una vez acabado el partido, la plantilla devolviera los favores a la grada.