No lo entiendo; por más que le doy vueltas no logro entenderlo. No, no puedo entender la ira de quienes en nombre del laicismo arremeten contra quienes son católicos. Y es que los incidentes en la Puerta del Sol de Madrid retratan a quienes los provocaron, esas organizaciones de laicos que además se sienten satisfechas de intentar fastidiar a quienes no lo son.
Es un acierto que el nuestro sea un Estado aconfesional, y desde luego que nuestra Carta Magna garantice la libertad de creencias y de culto, y de opinión y de manifestación, y de respeto a las minorías.
Lo que no me parece de recibo es que la mayoría termine bajo los dictados de las minorías. En nuestro país la mayoría de los ciudadanos se declaran católicos. No lo digo yo, lo dicen todos los sondeos demoscópicos. Lo que sí digo yo es que los católicos tendrán derecho a reunirse, a manifestarse, a participar en una Jornada de la Juventud inspirada por el Vaticano. Pero resulta que quienes dicen defender el laicismo se dedican a agredir y a arremeter contra esos jóvenes.
Para empezar, resulta asombroso que esos laicos que hacen del laicismo una religión se dediquen a manifestarse contra las creencias de los demás. ¿Qué les importa? Nadie está obligado a creer, a ser católico, a participar de la Jornada de la Juventud, de manera que ¿a qué viene tanta agresividad, tanto odio?
Los jóvenes católicos que se reúnen en Madrid están dando un ejemplo de civismo, de alegría, de respeto a los demás. Yo sinceramente no entiendo a qué vienen esas organizaciones laicas a arremeter contra lo que ni les va ni les viene con el pretexto de si cuesta dinero al erario público la visita del Papa.
En mi opinión es impagable la publicidad que para España, y para Madrid, está teniendo esta “cumbre” de jóvenes. Yo me pregunto qué dirían estas organizaciones laicas si grupos de creyentes pidieran a su vez manifestarse contra ellos. Es decir, una manifestación contra otra manifestación, y así sucesivamente. O sea, el esperpento. Pero lo que más me desconcierta es el fanatismo, la falta de respeto hacia las ideas y creencias ajenas, el odio que destilan quienes se dicen defensores del laicismo.
En nuestro país hay muchas, muchísimas personas, que defienden el laicismo, pero desde el respeto a las creencias y opiniones ajenas. Me gustaría vivir en un país tolerante, donde todo el mundo respete las ideas del otro, donde cada cual pueda tener las creencias religiosas que quiera, o no tenerlas, sin que eso suponga un estigma, ni mucho menos implique persecución. Los supuestos laicos que están en pie de guerra contra la visita del Papa y de la Jornada de la Juventud están dando el peor espectáculo, el de gente que no respeta a los demás y que de su laicismo hacen una religión violenta y excluyente. ¡Qué pena para la causa del laicismo!