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...Y NO ES BROMA > POR CONRADO FLORES

Volando voy

   

No me imagino lo que debía ser volar en un avión en los años 70. Me han contado que la gente fumaba, subía laca para el pelo, se sacaba fotos y no bajaba el cristal de la ventanilla porque estaba durísimo. Antes, podías hacer casi de todo y hasta te daban de comer. Pero aquellos eran otros tiempos.

La cosa es que una tarde de abril tomé un avión de la compañía aérea Iberia para desplazarme hasta Madrid. El avión iba tan vacío que parecía un secuestro. Días antes había adquirido una nueva cámara de fotos digital ya que la vieja estaba tan obsoleta que prefería sacar retratos al óleo que con ella. Así que cuando llevábamos más de una hora de vuelo la saqué y me puse a juguetear con los menús. Al instante, una azafata se acercó a mí y me dijo que “no se pueden sacar fotos en un avión”. Intenté explicarle que no sacaba fotos sino que le echaba un vistazo a los menús pero me interrumpió aclarándome que “no se puede sacar una cámara de fotos en un avión”.

Con aquella azafata frente a mí, esperando comprobar cómo guardaba la cámara de nuevo en su funda, me sentí como un alemán oriental intentando saltar el muro de Berlín. Mientras seguía sus instrucciones y sin la menor acritud, le pregunté si podía dejarme un periódico pero con el mismo tono militar me aclaró que “la prensa se entrega por las mañanas”. Sin querer jugar con mi suerte y con la misma tranquilidad, ya que desconozco si las azafatas de esta compañía van armadas, le pregunté si podía decirme “algo que se pudiera hacer dentro del avión”. Muy enojada e iniciando su paso marcial por el pasillo me respondió: “¡se pueden hacer muchas cosas dentro de un avión!”. Efectivamente, pude comprobarlo en el vuelo de Thai Airways que al día siguiente me llevó a Bangkok.