NICOLÁS DORTA | ARONA

En Los Cristianos hay más de 70 personas que no tienen dónde dormir, ni comida, sin una ducha dónde asearse. Son los “sin techo”. Deambulan por las calles de la ciudad turística y se buscan la vida como pueden, pasando el tiempo en cualquier rincón. La crisis económica ha provocado que el número de indigentes aumente, soportando una realidad sin mayor futuro que la supervivencia diaria entre las necesidades básicas. Ya no se trata de gente sin demasiada suerte en la vida. Puede ser cualquiera. La línea que separa la indigencia de una vida “normal” es muy fina. Este periódico ha sido testigo de algunos casos en diversas ocasiones que llaman a la reflexión. La pregunta es si se está haciendo todo lo posible por parte de las administraciones públicas o, en cambio, hace falta mayor implicación. La organización de Cáritas en Los Cristianos, hace que estas personas sobrelleven su existencia, que se sientan menos solas en medio de los días y las noches.
María Olveira Vidal lleva 18 años ayudando a los indigentes. Actualmente es la presidenta de Cáritas en Los Cristianos y trabaja junto a otros tres voluntarios. No cobra un duro y su labor la hace más fuerte tras una vida de altibajos. Llega a los salones parroquiales, ubicados en el iglesia de la plaza central, tras haber pasado unas semanas en Galicia, su tierra natal. Al llegar a Tenerife ya ha conocido algunas caras nuevas en su labor, de gente que pide ayuda a Cáritas. Está acostumbrada. “Ahora me siento más fuerte que nunca”, confiesa.
Olveira cuenta que hay muchos indigentes que llevan años siendo atendidos por la organización de Cáritas y otros que acaban de tocar a las puertas de los salones parroquiales, un lugar contagiado por el silencio de la iglesia. “Ayer mismo vino uno, con un perfil muy presentable, que acababa de llegar de Córdoba y sólo pedía comida; se había quedado sin trabajo y no podía hacer frente a un alquiler, ahora está en la calle”, comenta María.
El hambre es lo primero que se le despierta a las personas que viven con lo puesto. Los contenedores cercanos a los supermercados son un recurso. Cada noche, cuando cierran los comercios, los mendigos recogen la comida, cogen lo que pueden. Cáritas es consciente de ello, pero “cada uno se busca la vida como puede”, dice María. Dice que Cáritas ayuda en lo que tenga a su alcance, como también el Ayuntamiento de Arona, a través de los Servicios Sociales. Lo que ocurre es que sólo pueden recibir vales de comida por parte del Ayuntamiento las personas que están empadronadas en el municipio. A veces son los propios ‘sin techo’ los que no se percatan de regularizar esta situación, tienen demasiados problemas encima. Por eso Olveira cree necesario que se abra un comedor social en Los Cristianos, para todos, un sitio donde puedan alimentarse como es debido, que disponga de duchas, donde se cubran las necesidades básicas.
Cuenta María que anteriormente había un centro diurno en los bajos de la iglesia de Los Cristianos. “Unas 80 personas venían a comer, se formaban colas fuera, y se cerró entre otras cosas por la imagen que daba al turismo”, relata. Este centro se trasladó a otra zona, donde se encuentra ahora Protección Civil, y allí estuvo unos cuantos años. También cerró. Falta de recursos, presupuesto, varios motivos.
La presidenta de Cáritas dice que muchos de los que vienen a Canarias creen que van a encontrar trabajo, pero se topan con una realidad similar al lugar de donde provienen. “La cosa se complica si carecen de documentación o si no están empadronados en Arona”, añade. “Nosotros le pedimos la documentación, y le preguntamos si tienen o no alguna enfermedad y el motivo por el que están en esta situación”, dice la representante de Cáritas.
Una de las demandas más grandes es la medicación, muchos de ellos necesitan recetas y no pueden adquirirlas si no tienen cartilla. “Hay gente con problemas crónicos, graves; hemos conseguido que se le dé tratamiento a una persona que padecía parálisis cerebral, ahora tendrá su ayuda y también podrá tener garantizado los desayunos”, explica María Olveira.
“Hay de todo tipo de nacionalidades: polacos, búlgaros, rumanos, españoles”. “Ya son como una familia, sobre todo los los que llevan tiempo”, afirma María. En Navidad, Cáritas organiza una cena para los indigentes en un restaurante de la zona. Suele ser sobre el 20 de diciembre y se lleva haciendo cuatro años. “La gente colabora, pone dinero para la ‘cena sin techo’ y muchas veces se reúne el doble de lo que cuesta”, asevera Olveira. “Al principio comen un montón pero tienen el estómago pequeño, un médico me dijo que el cuerpo se acostumbra a lo que hay, a comer poco”, matiza la presidenta de Cáritas.
María Olveira, junto al párroco José Estévez, hacen visitas nocturnas a los indigentes. “Suelen vivir alejados y nos dividimos las visitas”. El párroco es joven y se implica en la ayuda. “Ayer me preguntó cuándo vamos a ir”, comenta. Salen a las nueve de la noche y regresan sobre las dos de la madrugada. Les preguntan si necesitan algo para que se pasen por Cáritas. “Menos tabaco y alcohol, estamos dispuestos a darle algo de comida”, afirma la presidenta del colectivo. Aunque menos, también han existido familias en la calle, explica María.
A Cáritas también acude gente que no tiene para comprar libros de texto, ahora vienen las clases y se hace todo cuesta arriba. Se reúne el dinero de Cáritas que colecta dos veces al mes para subvencionar gastos. También hay generosas donaciones privadas. “Al vagabundo no hay que tratarlo mal, es un ser humano”, concluye Olveira.