VICENTE PÉREZ (ENVIADO ESPECIAL) | Valverde
En la mente de todos los herreños ya hay un volcán pero aún sin nombre y sin lugar. Aunque las autoridades siguen dando un mensaje de tranquilidad, lo cierto es que la población de la Isla sigue con preocupación e incertidumbre la evolución de los acontecimientos, ante la posibilidad de una erupción. Muchas familias han hecho acopio de alimentos y hasta tienen preparada una maleta por si es necesario evacuar sus hogares; las ferreterías han vendido todas las mascarillas y los objetos más buscados eran linternas y pilas, siguiendo las recomendaciones oficiales para estas emergencias.
Quienes están viviendo con especial inquietud este avatar de la naturaleza son los 53 vecinos evacuados el martes de varios caseríos de Frontera, por el riesgo de desprendimientos debido a los constantes terremotos. Quince pernoctaron ayer de nuevo en la residencia escolar de Valverde, la capital herreña. Es el caso de Ángel Díaz, que, junto a sus padres y su hermano, tuvieron que dejar atrás su casa, en la entrada del túnel de Frontera, “en apenas 10 minutos, por exigencias de la Guardia Civil, y casi dejamos la cena sobre la mesa”. “Comprendemos el desalojo, pero fue todo muy precipitado, y con malos modos de los guardias”, dijo ayer este joven mientras pasaba la tarde en un aula escolar convertida en habitación, con un sofá junto a una pizarra. “Aquí nos dan de comer, tenemos camas, aunque hay mucha humedad, pero lo peor es no saber cuándo volveremos a casa”. Allí dejaron todos sus enseres, pero también sus animales: perros, gatos y hurones, y por eso ayer por la mañana se arriesgaron a regresar para darles de comer, pese a las advertencias de la Guardia Civil. Afirma que él no sintió los seísmos, aunque su madre sí, y que, por eso, no ha pasado miedo, pero sí hay mucha preocupación.
Con David jugaban ayer tres niños de acento árabe. Y es que entre los evacuados se hallan también dos familias saharauis, una de ellas es la de Sidahmed, que vive en el caserío de Belgar, de Frontera, con su esposa y sus seis hijos. Esta familia decidió marcharse voluntariamente de su vivienda después de que sintieran caer algunas rocas cerca de su hogar. “Tenemos una doble preocupación: primero por lo que está pasando en El Hierro, pero también por lo que sucede en Dahla, con los enfrentamientos entre marroquíes y saharauis”, confiesa, con un gesto de patriótica nostalgia, Sidahmed. Con la tradicional vestimenta femenina, Fadah, Salama y Khadeja, tres jóvenes adolescentes saharauis, relatan cómo la tierra se movió en Frontera y el miedo que pasaron. “Aquí estamos bien atendidos”, explican con ese gesto de agredecimiento, mientras exponen al periodista su desazón por los sufrimientos de sus compatriotas en la antigua colonia española.
En Valverde, los seísmos apenas se han sentido pero sí el trasiego de soldados de la Unidad Militar de Emergencia (UME), geólogos y autoridades, pues allí se ubica el centro coordinador del operativo. Ayer volvía a anochecer, y parecía un día más en la tranquila cotidianidad de Valverde, pero el asunto de conversación en bares y comercios era el volcán. “Si sale donde dicen, no hay problema, en El Julan. Hay quien tiene hechas las maletas, pero yo no; y eso que a mí la lava me cogería, con lo despacito que ando ya”, ironizaba Herminia Quintero, una vecina de Valverde de 80 años que aún recuerda las llamaradas del Teneguía, que ella vio desde El Hierro, con una hija en sus entrañas.