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Ramón Trujillo*

El error de bajar los salarios

   

En el reciente foro organizado por el Partido Popular, con el lema Lo primero el empleo, el exministro de Economía Rodrigo Rato señaló que el mercado laboral requiere “un ajuste que sea vía precios, a través de los salarios, y no vía cantidad, reduciendo el número de ocupados”. Para el PP la reducción del desempleo implica la reducción de los salarios. Sin embargo, Paul Krugman, premio Nobel de Economía, escribía no hace mucho que, “cuando los empresarios en todos los sectores económicos recortan salarios al mismo tiempo, la consecuencia es un aumento del paro”. Si la gente gana menos, demanda menos bienes y servicios; las empresas ven caer sus ventas y prescinden de una parte de sus empleados. Asimismo, la gente se endeuda más en un contexto de salarios menguantes, crece el endeudamiento privado y se favorece que la economía financiera prospere a costa de la economía productiva.

Una economía de bajos salarios perjudica a los trabajadores y a la mayoría de las pymes, que viven del mercado interno, y beneficia a las grandes empresas y a las entidades financieras. Los bajos salarios dificultan la salida de una crisis que, en parte, ha sido causada por los bajos salarios. En este sentido, resulta llamativo constatar que, en Estados Unidos, las crisis de 1929 y la iniciada en 2007 han coincidido con el momento en que el 1% más rico de la población acapara alrededor del 23% de la renta. Hace 30 años ese mismo 1% acaparaba el 9% de la renta. Lo que ocurre es que, cuando el 23% de la renta está en manos de los ricos, una parte importante de esa porción de la tarta no se consume, sino que se ahorra: va a paraísos fiscales o se destina a la especulación. En suma, la excesiva concentración de la riqueza en pocas manos perjudica a la economía productiva y es uno de los factores causantes de la crisis actual. Los economistas Ignacio Álvarez y Fernando Luengo acaban de publicar un estudio, referido al periodo 1996-2009, que revela que el crecimiento anual acumulado de los salarios reales, en la Unión Europea, ha sido mayor precisamente en los países en los que también ha sido mayor la ganancia de competitividad (medida en incremento de la cuota exportadora). Los autores concluyen afirmando que “la evidencia empírica presentada cuestiona el posible vínculo entre la moderación salarial y el fortalecimiento de la competitividad”. Asimismo, cabe señalar que, dada una productividad por hora trabajada igual a 100 en la Unión Europea de los Quince, ajustada según poder adquisitivo, España estaba en 92,3, en 2008; Finlandia, en 96,2; Dinamarca, en 96,5, y Alemania, en 109,9. Pues bien, el coste laboral por hora en Finlandia es de 31,35 euros; en Dinamarca, de 38,1, y en Alemania, de 29,6. En España el coste laboral por hora es de 17,15 euros, y es el único estado de la Unión Europea de los Veintisiete en que se supera la media de productividad y se cobra menos de la media. Es más, en la etapa 2007-2009 España experimentó el mayor crecimiento de la productividad en la OCDE. En España la productividad ha crecido más que los salarios y ello se refleja en que la masa salarial ha pasado de representar el 69% del PIB, en 1992, al 61% en 2010, según datos de la Comisión Europea. El economista Rafael Muñoz de Bustillo afirma que, “mientras que a lo largo del siglo XX la bonanza económica ha estado habitualmente asociada a mejoras en la participación de los salarios en el PIB”, desde finales del siglo XX, “por primera vez en la historia económica moderna”, tasas de crecimiento del 3% o superiores “van acompañadas de caídas de la participación de los salarios en la renta”.

Todo apunta a que los bajos salarios son un problema político y no de productividad. De hecho, las malas condiciones laborales son perjudiciales para la productividad. Así, por ejemplo, vemos que la resolución del Parlamento Europeo sobre flexiguridad, del 29 de noviembre de 2007, afirmaba que la Organización Internacional del Trabajo “ha demostrado que existe una relación positiva entre seguridad del empleo y productividad”.

Otra de las medidas que se quiere aplicar al mercado laboral consiste en debilitar la negociación colectiva. Esto servirá para reducir los sueldos, pero no para reducir el desempleo. El Informe de Perspectivas del Empleo de la OCDE, para 1997, decía, con respecto a la negociación colectiva, que “la tasa de ocupación ha disminuido más en los países que han tendido a reducir la centralización o la coordinación en los últimos diez años que en los que no han adoptado esa medida”.
Sin embargo, también el candidato del PSOE a presidir el próximo gobierno estatal ha hablado de la conveniencia de reducir salarios, añadiendo la propuesta de reducir beneficios, lo que podríamos describir como la vía Rubalcaba al decrecimiento. Está claro que las medidas prometidas por los dos grandes partidos, sumadas a las adoptadas en esta legislatura, fortalecen las condiciones estructurales para los bajos salarios, la cada vez menor protección social, la mayor desigualdad y descohesión social y, en suma, la peor calidad de vida. Si la ciudadanía no comprende a tiempo que hay vida inteligente más allá de PSOE y PP, cavará la tumba de sus derechos y los de sus descendientes. Hay que revertir el nuevo contrato social impuesto mediante la crisis.

*Portavoz insular de Por Tenerife (IU, LV, SxT)