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Magallanes y su vuelta al mundo desde El Médano

   

Bañistas en la playa de El Médano, en la década de los 20 del siglo XX. / Foto: cedida por la Fundación para la Etnografía y el Desarrollo de la Artesanía de Canarias (FEDAC). Autor: Adalberto Benítez

AGUSTÍN M. GONZÁLEZ | Santa Cruz de Tenerife

Fernando de Magallanes fue un intrépido navegante portugués que, al servicio del rey de España, descubrió el estrecho que lleva su nombre. Fue el primer europeo en pasar desde el océano Atlántico al océano Pacífico, hasta entonces denominado Mar del Sur. Inició la expedición que, capitaneada a su muerte por Juan Sebastián Elcano, lograría en 1522 la primera circunnavegación de la Tierra. En ese hito histórico tuvo un pequeño protagonismo la isla de Tenerife, y más concretamente El Médano. En su resguardada bahía, frente a la Montaña Roja, el 1 octubre de 1519 fondeó Magallanes su flota durante dos días, en espera de vientos propicios para la travesía del Atlántico.

El explorador, geógrafo y cronista italiano Antonio Pigafetta acompañó a Magallanes en ese histórico viaje y realizó una detallada crónica de los tres años de aventura. Él fue uno de los 18 hombres -de los 260 de la tripulación inicial- que sobrevivieron al viaje. Pudo contarlo y lo hizo en su libro Relazione del primo viaggio intorno al mondo, publicado en Venecia en 1536. Pigafetta relató así la breve escala en Tenerife: “Partimos de San Lúcar el 20 de septiembre, dirigiéndonos hacia el sudoeste, y el 26 llegamos a una de las Islas Canarias, llamada Tenerife. Detuvímonos ahí tres días en un sitio adecuado para procurarnos agua y leña. Enseguida encontramos un puerto, llamado Monte Rosso (Montaña Roja), donde pasamos dos días. Nos contaron de esta Isla un fenómeno singular -relata Pigafetta-, que en ella jamás llueve y que no hay ni fuente ni río, pero que crece un árbol grande cuyas hojas destilan continuamente gotas de un agua excelente, que se recoge en una cavidad al pie del árbol, donde los isleños van a coger el agua, y los animales, tanto domésticos como salvajes, a abrevarse. Una neblina espesa, que sin duda suministra el agua a las hojas, envuelve constantemente a este árbol”.

Es evidente que Pigafetta se confundió y que el fenómeno del que hablaba era en realidad el cuento antiguo sobre el árbol Garoé, de El Hierro, del que ya había escrito Plinio siglos antes. Pero lo que sí es cierto es que El Médano fue una de las escalas de aquella primera circunnavegación a la Tierra. Cuentan algunas crónicas que cuatro tinerfeños se enrolaron con Magallanes aprovechando su escala en la Isla, y nunca regresaron.