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Sabinosa, donde la tierra tiembla sin parar

   

Olvido, Ramona, Benito, Ana María, Blanca, Eugenia y Vicente; delante, Reyes y su perro Torito, el jueves, en la plaza de Sabinosa. / V. P.

VICENTE PÉREZ (ENVIADO ESPECIAL) | VALVERDE

“Este es de 2,6, seguro. Aquí llevamos ya tantos terremotos que su fuerza la calculamos ya a ojo”. Así reaccionaba ayer una vecina de Sabinosa, un barrio de Frontera al pie de unos imponentes acantilados, segundos después de un nuevo temblor de tierra. Blanca se equivocó: fue de 3,8, el mayor hasta ahora, y vino precedido de una especie de trueno. Confiesa que no pega ojo desde hace semanas, por los “dichosos” seísmos, y que para ella son ya “una tortura psicológica”.

En Sabinosa, famosa por su legendario pozo de aguas medicinales, la gente demuestra estar preocupada, aunque la noticia de su posible desalojo, que apareció en algunos medios, resultó una falsa alarma.

El estado de ánimo es muy variable, y hay de todo. En la calle, los vecinos se van sumando a una improvisada tertulia con DIARIO DE AVISOS. Vicente, de 85 años, asegura no tener miedo, porque ya vivió la erupción en La Palma cuando aún estaba enrolado en el Ejército. “Aquello fue peor que esto durante meses. De las sacudidas temblaban las calles y las casas, hasta que salieron de la tierra aquellas llamaradas muy altas, y luego las piedras derretidas lanzadas al aire. No estoy asustado”, comentaba este anciano con un pan bajo el brazo.

De día y de noche

Ramona, de 76 años, también vivió terremotos, pero en Venezuela, y en una ocasión tuvo que dormir en la calle tres días. “Así que estos de aquí me parecen nada, porque allí vi las casas dobladas”, evoca. Para Olvido, en cambio, a sus 80 años esta es la primera vez que siente algo igual y por eso admite que le fue muy útil una reciente charla del geólogo Nemesio Pérez.

Desde el sábado, en Sabinosa se han intensificado las sacudidas, de día y de noche. Y Ana María es de las que no ha pegado ojo. “Estoy tomando pastillas para tranquilizarme. Tengo tensión, no miedo; porque en Venezuela viví uno tremendo en 2010”. Ella vive en el país andino y está en su pueblo natal de vacaciones, al igual que Benito Ortiz, que ha sido testigo de seísmos catastróficos en América. Se les nota el acento venezolano. Este hombre dice tener un don especial para presagiar las cosas: “Y yo lo que presiento es que aquí no va a salir ningún volcán; y no me suelo equivocar”. El desenlace lo sabrá en Venezuela, adonde regresará hoy.

Otra mujer se acerca. Es Reyes, y su perro Torito. Ella prefiere aplicarse una dosis de calma: “Duermo tranquila, es cuestión de acostumbrarse y bailar con el suelo como los marineros; esto no será otro Cracatoa, nuestros volcanes son menos violentos”, opina, entre la ironía, el realismo y la poesía.

Sin dormir

Ayer, con el enviado de este diario, los vecinos sufrieron a las 10.12 horas uno de los mayores terremotos hasta ahora. Pero entre todos se animaron, y Blanca, que es la que peor lo lleva, sueña con irse unos días a otra isla para al menos dormir un poco. De vuelta al centro urbano de Frontera en guagua, el conductor, Mauro Benítez, confiesa que ciertos tramos de ese acantilado hasta Sabinosa no le gustan, porque ya han caído piedras. “Duermo alterado por las noches, pero hay que acostumbrarse a estos temblores, a pesar de que a veces la información que llega a la gente es un poco confusa”.

La guagua avanza por la carretera que se adhiere al acantilado como asustada por la altura, y atrás queda Sabinosa, con su gente amable, igual que Valentina, la inolvidable tocadora y cantadora del tajaraste antiguo.