EDUARDO GARCÍA ROJAS | Santa Cruz de Tenerife
José Luis Correa es uno de los doce escritores que participó con uno de sus relatos en la antología Generación 21: Nuevos novelistas canarios, aunque la carrera literaria de José Luis Correa (Las Palmas, 1962) se inició hace muchos años. Conocido sobre todo por sus novelas dedicadas al detective Ricardo Blanco -en enero aparecerá el quinto título de la serie-, Correa acaba de publicar en la colección G21 una obra que se aparta de los territorios negros policiales, Murmullo de hojarasca, título sin embargo en el que escarba en las ciénagas de una capital de provincias como puede ser Las Palmas de Gran Canaria sin renunciar a las claves del género. Correa, profesor de Didáctica de la Lengua y la Literatura, es autor de Quince días de noviembre (2003); Muerte en abril (2004); Muerte de un violinista (2006) y Un rastro de sirena (2009) correspondientes a la serie Ricardo Blanco, así como de Me mataron tan mal y Una canción para Carla, entre otros títulos.
-Usted es uno de los doce autores que aparece en la antología Generación 21: Nuevos novelistas canarios. ¿Realmente se siente miembro de una generación?
-La antología ha permitido que un grupo de escritores de las islas haya terminado por unirse porque todos teníamos muy claro que si no suenas, no existes por muy escritor que seas. El editor del libro, Ángel Morales, propone en la introducción unas características y gustos en torno a estos narradores, algunos de los cuales llevamos en esto quince o veinte años, así que, entre otras cosas, considero importante el descubrimiento que ha supuesto para nosotros mismos saber que estábamos ya que muchos ni nos conocíamos antes de que apareciera publicado este libro. En este sentido, los doce que participamos con un relato en esta antología ha sido, insisto, como una especie de descubrimiento y al mismo tiempo la oportunidad de presentarnos como una hornada de escritores que está trabajando, haciendo cosas porque la literatura es un trabajo que implica disciplina y constancia. La mayoría de los doce autores contamos, además, con una obra traducida, que ha recibido premios, y una trayectoria consolidada.
-¿Pero detecta características comunes entre los doce primeros miembros de G21?
– Detecto en todos nosotros un universo socarrón que no es nuevo en la literatura canaria. Pienso en Alonso Quesada, por ejemplo. Tenemos una manera de ver el mundo a lo canario. Es decir, que nos enfrentamos a la visión insular y mítica con grandes dosis de ironía. Cada uno de nosotros lo filtra luego en su género, porque la novela ahora tira más hacia el género. En este grupo hay escritores que cultivan la novela negra, la novela intimista, la novela de barrio y de la de calle, la de crónica popular… Cada uno tiene su género pero nos une el humor y el paisaje porque no se tiene ningún tipo de prejuicio o de complejo para escribir con eso que llamo ironía canaria. Y sigo pensando lo mismo si el autor se mueve en París o en Nueva York, porque esa obra siempre estará escrita por un canario en París o en Nueva York. Sabemos, y no tenemos problemas en reconocerlo, que provincianos somos todos. Por lo que Joyce en Dublín o Woody Allen en Manhattan son también provincianos porque el artista y el paisaje no lo puedes dividir. Forman parte, no puedes entender al artista sin su paisaje. Claro que esto también puede resultar un estigma aunque la obra que conozco de los escritores de G21 no tiene nada que ver con una literatura tropical y sí con una literatura con estilo atlántico. Lo aprecio al leer a Álvaro Marcos Arvelo, a Anelio Rodríguez Concepción, con las novelas negras de Alexis Ravelo y con las historias de Víctor Álamo, entre otros.
-¿Y qué es lo que aprecia?
-Aprecio que en sus textos hay una especie de ambientación insular, un estilo de ser de los personajes, una candencia en el ritmo mucho más lenta y pausada. A mi me dicen que mi detective Ricardo Blanco resulta en exceso pachorrudo. Será cosa del clima pero también de la forma en cómo nos movemos en un territorio común.
-Antes ha dicho que el artista está unido al paisaje. Usted es autor de una guía turística sobre la capital grancanaria.
-Me propusieron que escribiera una guía en la que ofreciera una visión literaria de la ciudad. Vincular la ciudad a un escritor y Las Palmas de Gran Canaria ha sido siempre uno de mis personajes literarios. Lo que hice fue, basándome en el poema Viaje a Ítaca de Kavafis en lo que importa no es la meta sino el camino, el relato de un paseante que inicia su itinerario en San Cristóbal para culminarlo en El Rincón. Propone un recorrido tranquilo por la ciudad. Como ya dije, Las Palmas de Gran Canaria es un personaje más en mis novelas no para reivindicarla como ciudad sino porque es el lugar en el que vivo, así que era imposible plantearme esta guía de otra manera. Como era imposible que mis primeros relatos no transcurrieran en La Laguna, que fue la ciudad donde hice mis estudios universitarios. No tiene sentido cambiar. De hecho, creo que buscar otros espacios que no sean estos en mi literatura sería falsearlos. Engañar al lector. Conozco el ritmo de las calles, en lo que se ha ido transformando la ciudad en la que habito y escribir sobre eso es, a mi juicio, lo más honesto que puedo hacer por mi parte.
-¿Y cómo es ese personaje literario de Las Palmas de Gran Canaria?
-Es una ciudad mixta que tiene todavía su parte de pueblo, esa que funciona con pachorra pero que a la vez se ha convertido en un enorme animal, en una especie de ballena cosmopolita. Ahora bien, podemos discutir si ambas partes se mezclan. Las Palmas de Gran Canaria es una ciudad que se ha hecho moderna y vertiginosa aunque hay zonas en las que se mezcla con ese pueblo que de alguna manera he intentado recoger en Murmullo de hojarasca que se desarrolla en el Parque de Santa Catalina y explora un mundo marginal que vive dentro de otros mundos dentro del mismo espacio urbano.
-Usted es conocido, sin embargo, por las novelas protagonizadas por el detective Ricardo Blanco.
-Ricardo Blanco es fruto del azar. La primera novela que escribí del personaje, Quince días de noviembre, fue un divertimento. Y no se trata de un homenaje a la novela negra sino más bien al cine negro, a las películas protagonizadas por Bogart que son con las que crecí. La casualidad hizo que un amigo se la diera a conocer a Alba Editorial y que Alba apostara por ella. Así hasta hoy. En enero se publicará la quinta entrega de Ricardo Blanco, lo que me ha permitido dotar el universo que rodea al personaje y hacerlo más complejo también. Así que lo que comenzó siendo un divertimento se ha transformado en un compromiso. Lo que me gusta de la novela negra es que se trata de un género social. Y que en ella cabe de todo. Mafias, malos tratos, emigración, tráfico de drogas…
-¿Está cansado de Ricardo Blanco?
-La verdad es que todavía no. Será porque sigo disfrutando con el personaje. Su universo va conmigo, he creado ese mundo así que espero no llegar al extremo de quitármelo de en medio. Lo que sí me molesta es no poder desarrollar otras cosas porque nadie las quiere.
-Pero sí quieren más novelas de Blanco.
-Sí.
-Murmullo de hojarasca, pese a todo, sabe a novela negra.
-Eso es así porque entiendo la literatura como resolver un enigma, aunque sea sentimental. La manera de narrarlo, sea periodístico o policíaco, consiste en tirar de la madeja para descubrir qué va a salir de todo eso. La literatura para mi consiste en plantear la pregunta ¿qué haría yo si me pasa eso? y a continuación ir desenredándolo hasta dar con la solución. ¿Qué entiendes eso como novela policíaca? La novela negra es novela total y la novela social de nuestro tiempo. Plantea cuestiones tan actuales como ¿qué nos está pasando? O ¿cuánto tiempo tardará en ocurrir eso que estoy leyendo? Esas preguntas están dentro de la novela negra, de la novela social.
-Sin embargo, en Murmullo de hojarasca…
-Murmullo de hojarasca es una novela escrita en primera persona por una periodista que empieza a investigar algo que es realidad social: los mendigos que viven entre cartones en la plaza de una céntrica capital de provincias. En ese ambiente, la protagonista descubre a un personaje culto, con educación y una energía diferente que, lógicamente, despierta su curiosidad de reportera y la obliga a enfocar su investigación no ya tanto en los mendigos sino en ese personaje. La escritura de la novela me sirvió, además, para travestirme, como un reto, porque se trata de una novela femenina o por lo menos cuya voz principal es la de una mujer. Siempre parto de un reto, y el reto en esta ocasión era narrar una historia en primera persona con voz de mujer.
-¿Le resultó difícil el transformismo?
-No más que ponerme en la piel de otro personaje y descubrir, porque soy de los que comparte mucho lo que escribo, que ni siquiera mis amigas lectoras se ponían de acuerdo con las sensaciones de mi personaje protagonista. Habrá mujeres que se reconozcan y otras que no.