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“No tememos vivir tan cerca del acantilado”, confiesan los vecinos tras reabrirse el túnel

Raúl, vecino de Punta Grande, bajo el acantilado, en la boca del túnel por el lado de Frontera. / FRAN PALLERO

VICENTE PÉREZ (ENVIADO ESPECIAL) | Frontera

El túnel de Los Roquillos quedó abierto desde ayer para el tráfico pesado y los vehículos de seguridad y emergencias, en horario limitado, de 8.00 a 20.00 horas. Una medida que el alcalde de Frontera, David Cabrera, espera sea revisada en 48 horas para que se permita paulatinamente el paso al tráfico en general y con mayor horario, dado, dijo, la disminución de la intensidad y la frecuencia de los seísmos.

Los impresionantes acantilados existentes a la entrada del túnel por Frontera mantenían preocupados a los geólogos durante los temblores mayores. Pero algunos vecinos están acostumbrados a convivir con el riesgo de desprendimientos, como es el caso de Raúl Gutiérrez, de 64 años, que vive en Punta Grande, donde existen apartamentos y algunos bares que viven del turismo. “Aquí nunca ha pasado nada, ni han caído rocas por estos terremotos; no tengo miedo a vivir aquí”, asegura este herreño nacido en Valverde pero que vive en Frontera desde hace 35 años, los mismos casi que hace que está casado con María Nieves.

Las vidas de ambos, de hecho, están ligadas al acantilado, pues él se mudó a esta parte de la Isla por amor, y para ver a su entonces novia tenía que bajar por estos abismales murallones de piedra a través del llamado camino del Chivatazo, antigua vereda hoy en desuso y cortada desde hace unos años por derrumbes. Luego retornaba por esta misma vereda a Guarazoca, y de allí a Valverde en moto.

“Por ese camino bajaban bestias y cochinos; algún animal se ha despeñado, pero yo no recuerdo que haya muerto ninguna persona”, relata este vecino, mientras señala con el dedo índice el lugar por donde serpenteaba esta antigua vía de un metro o metro y medio de ancho como máximo.

Le escucha, a su lado, un vigilante del túnel, quien constata que “desde que comenzó la erupción por la zona de La Restinga no se ha sentido ningún temblor importante”.

La realidad es que el cierre de este paso subterráneo, por el que se reduce a 15 minutos el tiempo en recorrer la distancia entre Valverde y Frontera, y el temor a los derrumbes hizo que el turismo se retirara de barrios como Punta Grande. “Ha habido mucho alarmismo, hasta la embajada de Bélgica llamó a unos belgas que viven aquí para ponerle a su disposición un helicóptero en que evacuarlos”, apostilla Raúl, entre el asombro y el reproche.