VICENTE PÉREZ (ENVIADO ESPECIAL) | El Pinar
El Pinar es la última población por la cumbre antes de bajar al Mar de Las Calmas, donde se originan todos los seísmos y donde hay mayor probabilidad de una erupción. La vida, sin embargo, sigue su curso sin sobresaltos en este municipio.
Allí vive Aurelio, un pescador jubilado de 84 años, sordomudo de nacimiento. Para él, la realidad es silenciosa; no podría escuchar el rugido de un volcán ni comentar su asombro con palabras. Pero gracias a los gestos y la ayuda de un amable amigo, este diario pudo conocer su testimonio. “No tengo miedo de los terremotos ni los volcanes, y los peces tampoco”, dice, mientras escama en los bajíos de La Restinga unos alfonsiños. Sabe lo que pasa porque ha visto moverse la tele levemente, pero confiesa dormir bien.
En este rincón, los emigrantes retornados de América son los más tranquilos, porque han pasado por catastróficos terremotos en sus países y los del subsuelo bimbache les parecen inapreciables. “Con arreglo a aquellos, estos son de juguete», sentencia Toribio Morales, retornado de Venezuela hace 5 años.