Excepto cataclismo, Cristina Kirchner gobernará Argentina cuatro años más tras las elecciones del próximo domingo en ese país latinoamericano. “Más show de Cristina”, dirían sus opositores, dado el excesivo uso que hace de los medios de comunicación oficiales para promocionar sus obras de Gobierno.
Elecciones innecesarias, pues el 14 de agosto pasado, en una farsa llamada Primarias abiertas simultáneas y obligatorias, todos los partidos políticos que el domingo próximo presentan candidato ya concursaron y, en esa oportunidad, por afluencia de votantes, quedó demostrado que la voluntad popular favoreció a la actual mandataria, pese a estar acusada de supuesta corrupción, daño a los sectores productivos y utilización de recursos del Estado para ejercer el clientelismo político, más todo el aparato mediático informativo en su contra.
Quizás sea ese clientelismo político de: “Te doy una televisión de plasma, o un cheque bebé, o una vivienda social a cambio de tu voto”. O el exceso de ese show de Cristina en los medios de comunicación oficiales entrando en cada casa, según sus opositores.
Aunque algo tiene que haber hecho bien porque, caso contrario, con todas esas acusaciones en su contra no se comprende un apoyo del 50%, si bien su seguro triunfo es también consecuencia de una terrible fragmentación de la oposición, que, además, representa el fracaso de opciones anteriores vinculadas a la hiperinflación de 1989 y al corralito bancario de 2001, durante gobiernos de la Unión Cívica Radical. Ésta ahora propone a Ricardo Alfonsín (hijo del expresidente Raúl) para enfrentarse a Cristina Kirchner.
Pero el peligro para Cristina es Hermes Binner, del Partido Socialista. Doble, sorpresa nacional entre los minoritarios. El partido y el candidato, que solo han triunfado históricamente en su provincia: Santa Fe.
Binner es el actual gobernador de esa provincia, rica en producción agropecuaria y capacidad exportadora, y el que se ha opuesto a las retenciones a esta actividad (elevadas por ambos Kirchner), lo que le ha valido el castigo de no recibir a tiempo los fondos coparticipados de impuestos nacionales, pero la adhesión de productores agropecuarios de cuatro grandes provincias electoralmente hablando.
Más peligro aún si la presidenta no logra superar un porcentaje de votos que la libere de una segunda vuelta electoral donde, unidos todos sus opositores (Binner; Eduardo Duhalde -expresidente que asiste por un sector del Justicialismo-; Alberto Rodríguez Saa -expresidente por nueve días en 2001, que asiste por otro sector del Justicialismo-; Elisa Carrio, de Coalición Cívica, y Jorge Altamira, del Partido Obrero), sugirieran a sus votantes votar contra Kirchner en esa segunda instancia.
Pero aún así será difícil derrotarla. El Justicialismo -del que también forma parte Kirchner junto a Duhalde y Rodríguez Saa- siempre supo manejar a sus electores. Y montar buenos espectáculos preelectorales. Y en Cristina Kirchner destaca su habilidad, como antes la tuviera su marido (aunque algunos dicen que era ella desde la sombra), para, si no logra reagrupar a Duhalde y Rodríguez Saa, conducir a sus electores. Lo que hace predecible su triunfo. Y que en Argentina habrá, según prevé hasta la oposición, Show de Cristina para rato.
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