Hermosa palabra, aparece de pronto y surge como necesaria. HacÃa años que no la escuchaba en ambientes económicos o institucionales, en ninguno. Tampoco recuerdo haberla utilizado en reflexiones o apuntes, sinceramente la tenÃa olvidada.
No obstante, permanecÃa allà -por suerte o por desgracia-, en su sitio, el de siempre, escondida en esa ignorada página del diccionario, página que nunca llega a descubrirse, que nunca se encuentra, pues, con el paso del tiempo, sus olvidadas y tristes palabras, decidieron unirse, juntarse las unas con las otras y de esta forma, al pegarse, esconder entre sus hojas la página donde se encontraba.
Allà estaba, arrinconada, dormida, casi borrada.
Me gusta cómo se escribe, lo que significa. La podemos vincular a términos como paz, como armonÃa, conformidad, unión y otras tantas. Todas ellas con un marcado carácter positivo, casi espiritual. Me pregunto cómo he tardado tanto tiempo en encontrarla.
Fue por azar, en Barcelona, contemplando su arquitectura, su modernidad y su historia, habitualmente mal entendida.
Como aquellos burgueses que denominaron despectivamente a la Casa Milá como La Pedrera (la cantera). Antoni Gaudà se adelantó a su tiempo. Aquellos no supieron valorar una obra de arte de nuestra arquitectura; la miopÃa les impidió ver.
Concordia, apareció el miércoles, también en el Passeig de Grà cia, en otra casa tan bella como la anterior, la Casa Batlló.
Y allà la escuché de forma serena, inteligente. Una reflexión realizada en 1927 por Francisco de AsÃs Cambó, lÃder regionalista catalán y autor del libro Por la concordia, publicado clandestinamente durante la dictadura.
Un trabajo, que tiene hoy acentos de profecÃa, pues aquella acción que unió a intelectuales castellanos y catalanes para hacer posible una solución de concordia, tiene su actualidad en el proyecto de Europa. Libro y reflexión que también, como canarios, serÃa bueno leer y apreciar.
Concordia es esa última lÃnea que apuesta por seguir juntos, pues asà se llegará mejor, de forma más segura, con independencia del tiempo. Portugal no siguió tiempo atrás con nosotros y tal vez, al margen del concepto de nación, de patria y de esas cosas tan intangibles, pero tan importantes para unos y otros, comenzó otro camino, que hoy coincide y vuelve a ser el nuestro.
Alemania, esa nación tan fuerte en estos dÃas, conoce la importancia de la palabra concordia, pues es el reflejo de esa transición de un paÃs dividido a uno unido.
Aquellos intelectuales catalanes demostraron, por el solo hecho de invitar a los castellanos a un acto de confraternidad, que creÃan posible la solución, dentro del Estado español, del reconocimiento de su personalidad. La solución era armónica: variedad dentro de la unidad. Ni asimilismo ni separatismo.
La conclusión final no es otra que la conveniencia de seguir juntos, respetando nuestras diferencias, que no son sino virtudes. Obviamente que existen factores que aconsejan a Grecia separarse del llamado proyecto de Europa y asà a Portugal, a España y también a la propia Alemania.
Pero también existen otros, mayores, mucho más importantes, más fuertes, aunque menos visibles a nuestros miopes ojos, que nos aconsejaban seguir en el camino iniciado. Europa necesita a Grecia, y ella también nos necesita, ahora es el momento: por la concordia.
*Director Territorial de Renta 4 en Canarias