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El cartel > Miguel L. Tejera Jordán

   

No conozco un solo cartel del Carnaval de Santa Cruz que no arrastre la polémica. En esta cuestión nunca existe acuerdo y, menos aún, unánime. Todo cartel siempre irá acompañado por la discusión entre partidarios y detractores. Y el del Carnaval 2012 no podía ser menos, a tenor de la diversa reacción de las gentes. Personalmente me gusta mucho. En realidad, me encanta. Me encanta la preciosa fotografía de Alfonso Bravo, pero más me gusta todavía el rostro de la joven icodense Laura Martín. Es una chica guapísima (dicho sea sin concesiones a ningún tipo de machismo). Lo es porque lo es y punto. Tiene una faz muy atractiva y sugerente, si bien el mérito del artista ha consistido en captar la mirada de la joven, sus sensuales labios abiertos a quien se fije en ellos. Ha dado el fotógrafo en el clavo retratando a la muchacha con el pelo partido por una raya en medio, atado al más puro estilo hippy. Y redondean el trabajo la flor del ojo y los pitos carnavaleros que sobresalen de sus dedos, haciendo la señal de la victoria. Tiempos de flower power y de los prodigiosos años sesenta, qué duda cabe, un excelente ambiente para nuestro Carnaval. La temática del próximo Carnaval me parece, además, muy acertada, no sólo porque la década de los sesenta fue muy rica en manifestaciones colectivas e individuales de millones de personas que ansiaban una libertad constreñida por tanto reaccionarismo. Y el Carnaval es, al fin y al cabo, pura trasgresión de normas y convencionalismos. Es que, además, la temática favorece la economía de los ropajes. Nadie podrá alegar el año que viene, por las carnestolendas, que no tiene con qué vestirse para salir a la calle. La vestimenta se la puede montar cada cual sin gasto alguno, de modo que la crisis económica no tendrá ninguna incidencia en la estética de la vestimenta callejera, ni obligará a dispendios en costosas fantasías.

El colorido del cartel también me parece acertado. Juega el fotógrafo matizando los tonos, apastelándolos, si se me permite la expresión, de forma que se consigue el efecto de una fotografía antigua, que ha perdido el color original transcurrido el tiempo. También es muy elocuente el gasto de Fiestas en la obra: 1.500 euros, cuantía absolutamente ridícula, comparada con lo que se ha pagado en el pasado. El autor seguro que aceptó el precio de buen grado, consciente de que los tiempos que corren no son los más propicios para el trabajo de los artistas. Una cosa está clara, la modelo que posa para el fotógrafo tiene fácil su propia vestimenta. Puede salir a las calles de Santa Cruz arropada por el mismo atuendo que muestra en el cartel. Le sugiero, además, que se haga acompañar por una furgoneta Volkswagen Transporter, o Kombi, como las que tanto circularon por las carreteras europeas en los años sesenta. Entonces iban atestadas de hippies despreocupados, cargados de utopías y, seguramente, de los efluvios de las marías, cuyas humaredas se escurrían entre las cuerdas de las guitarras. Me gusta el cartel del año que viene, como digo, porque la temática escogida pone al alcance de todos los bolsillos unas cuantas telas para reproducir la escenografía del movimiento hippy. Pero me gusta también el propio desenfado que podemos asociar entre la alegría carnavalera y el desenfado del movimiento hippy propiamente dicho. Al fin y a la postre, lo que interesa de los Carnavales es que la gente se divierta sanamente. Que se lo pase en grande en las verbenas y en todos los otros actos que se programan. La imaginación de cada cual aportará el resto y, habiendo ganas, entre todos podremos sacar adelante un carnaval que no tiene por qué ser fastuoso. Bastará con que sea popular y multitudinario.