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El Hierro, en un dilema de riesgos > Manuel Iglesias

   

La población de El Hierro está afrontando dos problemas que se encuentran conectados, pero que al tiempo tienen características propias. Hay una cuestión, la de los sismos y el riesgo volcánico, que los ha tenido y tiene en la zozobra, por más que su comportamiento sea ejemplar en cuanto a guardar la calma. Pero esta tranquilidad externa no puede eludir el temor tanto a la seguridad propia como a la de sus familias, en las que hay menores y también personas mayores que no pueden movilizarse como otros o que requieren de ayudas especiales.

Una cosa es hablar a una televisión y desde la terraza de un bar de considerarse acostumbrado a los movimientos y otra distinta el despertarse en la noche sin certeza sobre si una construcción puede caerse encima, cuando se tienen niños durmiendo en otro cuarto y tal vez ancianos que no se pueden valer. Recomendar que salgan al exterior es una cosa, y hacerlo en circunstancias como esas o parecidas, otra distinta.

Y derivado de este riesgo -que ya veremos cómo evoluciona-, aparece otro aspecto de una disyuntiva que se da en El Hierro, que por su orografía ha tenido que buscar sus opciones para comunicar un lado de la Isla con el otro: la carretera de la cumbre o el túnel de Los Roquillos. Este último, realizado para salvar la barrera de las montañas, desde su apertura se ha mostrado como fundamental en las relaciones interiores de la Isla y su cierre, aunque sea temporal, está produciendo unos perjuicios económicos que se añaden a los derivados de la propia situación volcánica.

El cierre, aconsejado por los técnicos por razones de seguridad, es comprendido y aceptado como inevitable desde fuera de El Hierro y por una parte de los herreños, pero hay otra, incluidos los actuales gobernantes del Cabildo insular, que son favorables a su reapertura.
Reconocen un peligro en ello, pero afirman, como el presidente, Alpidio Armas, en la radio autonómica, que el tráfico por la carretera de la cumbre también tiene sus peligros, simplificándolo en el dilema de escoger uno u otro, pero ninguno con riesgo cero. Y en ese trance se deduce que prefiere el túnel abierto, como respuesta a las presiones de comerciantes, agentes económicos del turismo, transportistas afectados, etcétera.

No es sencillo decir que una solución es mejor que otra desde fuera de El Hierro. El túnel es necesario en la comunicación, pero la visualización de un desprendimiento que pueda afectar o aislar a personas (con otro peligro, el de quienes tengan que acudir al rescate) es una imagen que por sí llama a la prudencia y retrae a los responsables a dar la autorización. Veremos si en poco tiempo todo se normaliza, pero hasta que suceda , el cómo van a resolver este problema no es fácil decirlo, salvo que deben decidirlo los herreños.

Pero, al igual que la amenaza del volcán, quizás un día puede erupcionar el enfrentamiento en la división de opiniones que tienen en la Isla. Y es que ya se sabe cómo se encienden las pasiones en un lugar pequeño. Además, por lo visto, con anónimos y aires de confrontación política.