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El irresistible ascenso del PP > Eligio Hernández

   

Si las encuestas electorales se confirman, el Partido Popular obtendrá el 20 de noviembre mayoría absoluta, y el mayor poder que los conservadores hayan tenido desde la Transición, incluso, mayor que el obtenido por el PSOE en octubre de 1982, pues, aunque no supere los doscientos diputados, tiene también la mayoría absoluta en los principales ayuntamientos capitales de provincias y en muchas comunidades autónomas. Toda mi vida he sido un conciliador impenitente, y le deseo sinceramente al Partido Popular suerte y éxito para paliar los graves problemas económicos y sociales con los que tiene que enfrentarse, lo que redundaría en beneficio del pueblo español.

No comparto la demonización del partido conservador que predica parte de la izquierda española. Creo que en sus filas hay facciones liberales, azules, y democratacristianos, con voluntad para mitigar de verdad las lacras sociales producidas por la grave crisis que padecemos.

He advertido a los amigos que tengo en el Partido Popular que sus principales adversarios no los van a encontrar en la izquierda, dividida en partidos que Lenin llamaba “enanos”, desestructurada y desmoralizada, sino en sus propias filas, en las que también milita la ultraderecha política y el ultraneoliberalismo económico cercano al Tea Party.

Si no lo evita el sector mayoritario de centro-derecha que lidera Rajoy, la historia puede repetirse: Gil Robles, líder de la Confederación Española de las Derechas Autónomas (CEDA), durante el llamado bienio negro, en la II República (1933-1936), en el que gobernó en coalición con Lerroux , intentó resolver la deplorable situación de miseria y explotación en la que los terratenientes extremeños y andaluces tenían sumidos a los peones agrícolas, que para matar el hambre tenían que comer bellotas y hacer colas interminables para mendigar una peonada pagada con jornales famélicos, lo que produjo, entre otras protestas violentas con resultado de muertes, el caldo de cultivo de la revolución obrera de Asturias en octubre de 1934.

Gil Robles nombró ministro de Agricultura a Manuel Giménez Fernández, el cual, inspirado en la doctrina social cristiana, afrontó con eficacia el problema promulgando la Ley de Arrendamientos Rústicos, la Ley de Protección de Yunteros y Pequeños Labradores y la Ley de Acceso a la Propiedad, que mejoraron la situación de los obreros agrícolas. Se mantuvieron vigentes por los gobiernos del Frente Popular.

Dichas leyes provocaron la reacción de una coalición de los diputados ultraderechistas de la CEDA, que lograron que Gil Robles apartara del Gobierno a Giménez Fernández, al que llegaron a tachar de “bolchevique blanco”, de “marxista disfrazado”, y a proclamar que, “si el ministro de Agricultura sigue citando encíclicas para defender sus proyectos, terminaremos haciéndonos cismáticos griegos”.

En una conferencia coloquio con Gil Robles que moderé en el Colegio Mayor la Salle de Aravaca en 1973, cuya grabación guardo celosamente, éste se quejó amargamente de que el sector ultraderechista de su partido frustró sus intentos de política social.

Espero que no le pase lo mismo a Mariano Rajoy, que tendrá que enfrentarse no sólo con el sector ultraderechista del Partido Popular, sino con la poderosa derecha de los intereses, solapada ahora en el eufemismo de los mercados, que tratarán que dicho partido sea su brazo político.

Prefiero a la derecha nacional que a la derecha nacionalista vasca y catalana, que practican sin rubor la estrategia de la tensión (Félix Ovejero, Claves nº 216), reclamando un “pacto fiscal” previo al “derecho a decidir”, y amenazan con llegar a la tierra que nadie les ha prometido, en la que nunca entrarán, sencillamente, porque no le es rentable. Como socialista español irremediable, no votaré, por supuesto, al Partido Popular. Pero si su previsible mayoría absoluta dependiera de mi voto, se lo daría para que no tenga que gobernar con los nacionalistas vascos o catalanes, excluyentes e insolidarios no sólo con el pueblo español, sino también con el nacionalismo moderado gallego y canario.

Un gobierno de la derecha nacional apoyado por la derecha nacionalista sumiría a las clases económicamente más débiles en el extrema pobreza, sobre todo a los extremeños, andaluces y canarios.