El paisaje que va a quedar después del último Gobierno socialista de RodrÃguez Zapatero es de una desolación cuyos lÃmites no se atisban. No sólo porque hayamos fracasado como paÃs en entender, asumir y combatir los efectos de una crisis internacional que agravamos con nuestra propia idiosincracia económica, sino porque nos hemos adentrado en una tenebrosa sociedad fracturada en bandos irreconciliables, en odios personales, en instituciones sin credibilidad y en una partitocracia irresponsable que ha envenenado todos los ámbitos de la convivencia. El viejo axioma de que no es la oposición la que gana las elecciones sino el gobierno el que las pierde se cumple esta vez sobradamente. Pero se equivocan quienes piensen que de ZP sólo heredamos una crisis, cinco millones de parados y una economÃa congelada. El nuevo Gobierno del PP se va a instalar en el trono de un reino sacudido por todas las rencillas, los oportunismos y las deslealtades.
Los poderes sindicales y organizaciones empresariales, engordados a la sombra del erario público, están preparados para defender con uñas y dientes no la supervivencia de la sociedad, sino su propia existencia. Los nuevos movimientos sociales, descreÃdos de un sistema de representación polÃtica que ha caÃdo en todas las cloacas y endogamias, están dispuestos a asaltar las calles al menor recorte, al menor sacrificio, asistidos de cientos de razones que van desde las impúdicas indemnizaciones de los banqueros públicos al abuso de las instituciones del Estado para ventilar rencillas polÃticas. Aquà ya nadie cree en nada. Ni en los polÃticos, ni en los jueces, ni en los empresarios, ni en los periodistas, ni en el sursuncorda. Los nacionalistas en Cataluña están armando los cañones esperando la llegada del PP a La Moncloa. Los socialistas vascos se van a sumar a la fiesta con una estrategia que supone el acercamiento a una pinza con la izquierda abertzale. IU se ha situado en la defensa numantina del Estado del bienestar entendido como un orondo sistema en el cual unos doce millones de afortunados idiotas deben pagar a cinco millones de parados, cuatro millones de pensionistas, tres millones y medio de empleados públicos, ochenta y pico mil cargos públicos y diecisiete miniestados soberanos. Tenemos un paÃs que se deshace entre gritos e insultos de gente condenada a no querer entenderse. Una sociedad crispada y dividida. Una economÃa atascada y una administración pública osificada, insostenible y al borde de la quiebra. Cuando escucho que el Gobierno del PP, porque tendrá mayorÃa absoluta, va a ser fuerte, me sacude una risa nerviosa. Rajoy no sabe dónde va a asentar sus posaderas. En un volcán. En un volcán que rÃanse ustedes de las sacudidas en El Hierro.