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El retorno del ‘diputado 31’ > Manuel Iglesias

No es para sacar conclusiones sobre lo bueno o lo malo del sistema, pero lo sucedido con el CCN y sus pactos hacia todos los lados con tal de obtener algún beneficio político -y seguramente lo que no es político, pero que también tiene sus réditos de influencia- invita a la reflexión de las solicitudes de reformar el método electoral para que puedan acceder a las instituciones más grupos políticos de distintas tendencias, como piden algunos indignados.

Es un reclamo razonable en cuanto a que los órganos de poder o de administración tengan representantes de las más variadas sensibilidades políticas o sociales, pero la bondad que se le presupone esconde con más frecuencia de lo que pueda considerarse la potencial llegada de oportunistas y manipuladores a lugares en los que su voto puede ser aquel que decide que el gobierno se incline hacia un lado u otro, no siempre en busca del bien común, sino del propio o el de su grupo inmediato.

En Canarias ya lo hemos tenido, cuando un abanico de grupos insularistas o ideológicos iban y venían alrededor de sus intereses políticos, personales, de sector o territoriales, de manera que había una permanente subasta de los apoyos para formar mayorías o tomar decisiones. Allí se acuñó la entonces famosa definición de “el diputado 31”, es decir, aquel que aportaba el voto 31 que daba la mayoría en el Parlamento a una u otra fuerza política que estaba por debajo de ese nivel que decidía el gobierno. La venta política de esos votos que sumaban hasta el 31 dio pie a muchos episodios oscuros de la vida política de las Islas en los primeros tiempos de la democracia.

Para frenarlo surgieron las barreras electorales, que hoy tanto el PSOE o el PP califican de injustas y quieren bajarlas para que accedan otros posibles socios con los que formar mayorías, pero que en su día propusieron ellos mismos porque el avispero de fuerzas los ponía en vilo por la posibilidad de que uno u otro pactase con su adversario y no con ellos. Preferían limpiar el escenario y crear un sistema de bipartidismo imperfecto, donde el PSOE esperaba poder contar con los diputados de minorías a la izquierda, y los conservadores sumar en el Parlamento los diputados de los grupos centristas. Lo que no previeron fue la reunión de fuerzas heterogéneas, como Ican, antes comunista y cuasi independentista, con los políticos procedentes de UCD y representantes de la burguesía insular, para formar Coalición Canaria, que los ha dejado fuera de la Presidencia.

El sistema que surgió allí y que tenemos ahora no es bueno, pero tampoco se crean que la alternativa que se propone es una maravilla. Lo del CCN es sólo una muestra, pero es conveniente considerar como sería el puzle de los gobiernos y las mayorías y los saltos de un lado a otro, en busca de un enchufe, si son diez o quince las fuerzas representadas en la pugna.