Sr. Presidente me dirijo a usted no para reprocharle nada sino para pedirle clemencia y justicia.
¿Se imagina usted cómo estamos viviendo estas horas los que pertenecemos al mundo de la Cultura, tras el anuncio de que su Gobierno ha decidido recortar en un 64% los presupuestos de Cultura para el año 2012?. Pues como un tiro de gracia a un sector productivo que, no nos cansamos de repetir, está compuesto por 3.800 empresas, que da trabajo a 16.000 personas y que genera, por consumo de bienes y servicios culturales, treinta millones de euros en IGIC, una cantidad superior a la raquítica dotación que se pretende destinar para 2012 al área de Cultura de la Comunidad Autónoma.
Sr. Presidente esa realidad cultural palpable no se ha fabricado de la noche a la mañana. Es fruto de un proceso de configuración de un tejido de interconexiones entre diversos núcleos productivos de nuestra sociedad. Es la consecuencia de un trabajo sistemático del esfuerzo de muchas personas y del talento de otras tantas. Todo eso ha costado mucho. Es imperceptible describirlo, trabajamos con elementos intangibles, que dan como resultado el milagro de la industria cultural, la industria del talento, de lo simbólico, de lo inaprensible.
Los que hemos construido este edificio paso a paso, milimétricamente, sabemos lo que cuesta. La decisión adoptada por su Gobierno la calificamos como drástica, brutal diría yo, sin exagerar. Es un paso atrás, posiblemente irreversible, en nuestra Comunidad Autónoma. Es liquidar un sector, un colectivo que ha sido coherente, en todo el tiempo, con lo que usted ha propuesto siempre para la empresa canaria: competitividad, diversificación, emprendeduría, innovación. Y somos, además, pioneros, en muchos aspectos, en la formación de tejido empresarial cultural en el panorama del Estado.
Todo eso y más está en el sector de la Cultura Sr. Presidente. Usted lo sabe perfectamente y se lo he escuchado reconocer muchas veces y es lo que me ha hecho siempre creer en usted porque ha dado muestras en todo momento de ser la salvaguarda de un sector, como el nuestro, joven y, por ello, todavía frágil, aunque con un presente halagüeño y grandes perspectivas de futuro. Y sigo creyendo en usted.
Apostar por el sector industrial de la Cultura es apostar por el futuro, es tener amplias miras, es creer en el desarrollo con mayores posibilidades de éxito, es confiar en la modernidad, en la utopía de lo posible. No lo digo yo Sr. Presidente. Lo dice la Unión Europea en su reciente Libro Verde de la Cultura, lo dice la Unesco, lo dicen los principales órganos internacionales, lo dicen los economistas, lo dicen los pensadores. Hay quien dice, aunque pueda sonar a exageración, que la Cultura nos va a sacar de la crisis. Es cierto que con poca inversión en Cultura se puede dinamizar a amplios sectores de la sociedad y que la repercusión económica es geométrica y horizontal.
Recientemente, en la apertura del Congreso Europeo de la Cultura, en Wroclaw [Polonia], con motivo de que este país, por primera vez, ostenta la presidencia de turno de la Unión Europea, el pensador de la misma nacionalidad, Zygmunt Bauman, dijo: “El futuro de Europa depende de la cultura”. En ese mismo Encuentro el abogado y experto cultural Philippe Kern señaló que “hay que empezar a dejar de pensar en la cultura como una isla autónoma dentro del marco social” y agregó: “En este momento hay que situar a la cultura en el centro del discurso social y económico de la nueva sociedad”. Y, matizó, “no sólo porque actualmente la industria cultural proporciona millones de empleos y supone una parte importante del PIB, ni tampoco porque cuando China quiere desarrollar una economía creativa viene a Europa en busca de talento, sino porque, aunque no nos demos cuenta, es nuestro principal recurso económico, como lo sería el petróleo para otros”.
En ese Congreso de Polonia se dijeron cosas clarividentes que estoy seguro que usted Sr. Presidente comparte y me consta. Pero es bueno refrescar las ideas, en común, y detenernos un momento y reflexionar para que la urgencia de la inmediatez no nos haga perder el tren de la historia. Lo que diferencia a un político común y corriente de un estadista es la capacidad de adelantarse a su tiempo en la toma de decisiones, la inteligencia para saber que hay que combinar las decisiones perentorias con las apuestas de futuro. Por eso me atrevo a compartir con usted estas reflexiones para pedirle, en nombre de un amplio colectivo laboral y empresarial, que no se cometa lo que puede ser un desaguisado de grandes proporciones.
La apuesta por la Cultura es de gente sabia y usted lo es, no me cabe la menor duda. No todo tiene que ser visto desde el prisma prosaico de la vida. Llevo años en esto. Le hablo desde lo más profundo de mis convicciones. La Cultura no solo es negocio, nos tiene que emocionar. A mí me emociona. La Cultura es todo, es nosotros mismos en todas nuestras vertientes, es la expresión pura del ser humano en sus diferentes grados de inspiración y en la diversidad de los tantos lenguajes que la componen. Pero hay que creer en eso. Yo sé que hay muchos retos ineludibles que resolver y que hay que hacer un esfuerzo para acometerlos. Pero lo que no termino de entender es que siempre le toque el mayor sacrificio al sector de la Cultura, que se desvista un santo para vestir a otro.
Usted sabe perfectamente que la Cultura ha pagado los platos rotos en los últimos años y ya no nos queda vajilla. Nuestra industria, según los últimos datos oficiales, aporta el 1,74% al PIB mientras recibía el año pasado sólo el 0,78% de los presupuestos autonómicos. Somos baratos, eficaces, innovadores, creativos y con poco hacemos mucho. Hemos demostrado nuestra resistencia a la escasez de medios [El Gobierno ha restado en Cultura en los últimos cuatro años 29 millones de euros, un 38%] pero no podemos soportar más recortes. Y menos uno tan inverosímil como del 64%. Eso es, prácticamente, extinguir al sector por completo.
Sr. Presidente, comprendemos que Educación y Asuntos Sociales son prioritarios, pero creo que hay un error de partida al no considerarnos también un sector preferente desde el punto de vista social. Hay que borrar esa imagen de que somos un sector de copas, fiestas, viajes y subvenciones. Es una caricatura interesada y usted, me consta, lo sabe perfectamente. Por cada euro que invierte el Gobierno nuestro sector genera 12 euros. Nuestra actividad ha conseguido que el consumo medio de cultura en cada hogar canario sea de 1.070 euros, el cuarto más alto en todo el Estado español, dato, junto a los citados anteriormente, que forman parte del último Anuario estadístico del Ministerio de Cultura.
Entonces, me pregunto por qué no es posible que se nos reconozca nuestro mérito en la contribución a la dinamización de la economía y se nos trate con dignidad y respeto. Repito que siempre he creído en usted y he sido un convencido de que era fiel defensor de nuestro sector, como así he manifestado en innumerables ocasiones, pero el recorte que se anuncia nos ha dejado a todos perplejos y desconcertados. Si se nos niega el pan y la sal se irán al paro cientos de personas, con el coste social que eso conlleva para la administración; la Cultura que se podrá hacer será sólo para bolsillos de ricos y la brecha social, por tanto, crecerá. Le pedimos un esfuerzo para que intentara buscar soluciones con sus asesores económicos para que la factura social se pudiese pagar rebuscando y rebuscando en los vericuetos del Presupuesto y no dando un variscazo del 64% que no es ni siquiera un “variscasillo apenas”.
En Polonia se lanzaron ideas que reafirman nuestra petición de clemencia y justicia. El experto Philippe Kern manifestó: “Cuando hablamos de innovación pensamos que solo procede del campo de la tecnología, cuando en realidad es el campo de la tecnología el que bebe de las ideas y tendencias que surgen del campo de la Cultura. Hay que atraer artistas a las empresas para que, con su mirada, ofrezcan alternativas. La Cultura además tiene una dimensión añadida: crea solidaridad entre la gente y esto es lo que ahora necesita Europa”.
En estas horas de incertidumbre, en las que a la gente de la Cultura se nos ha quedado cara de boxeador noqueado, muchos nos preguntan: ¿Cómo es posible que, si el Presupuesto de la Comunidad Autónoma ha subido, se aplique a Cultura un hachazo de esa magnitud? Y la verdad que no sabemos que responder porque, lógicamente, siempre le hemos visto como el Presidente de la Cultura. La incredulidad es tal que no he podido evitar, al carecer de respuesta lógica, acordarme de aquel inspirado cuento de Pepe Monagas cuando en el viaje a Venezuela le pregunta a su compadre Regorito, en medio del océano, sin rumbo fijo, perdidos, qué son aquellos puntos negros del mapa. Y todos sabemos la sabia respuesta de si son islas nos “salvemos” y si son cagadas de mosca, “caballero”, que el Señor nos coja confesados. Así estamos, los náufragos de la Cultura con el mismo dilema de Regorito.
También le quería comentar Sr. Presidente unas declaraciones que llegan a mis manos, de forma providencial, cuando escribía estas letras porque creo que vienen como anillo al dedo. El celebrado director de cine Bigas Luna declaraba días atrás, en la inauguración de la 56 Semana Internacional de Cine de Valladolid, que apadrinaba, que “la clase política española no ha aprendido a rentabilizar la Cultura” y, luego, apostilló que el problema no es de los políticos, que “bastante tienen con conseguir votos e intentar ser presidentes”, sino de los “asesores”. Agregó, finalmente, que “la cultura es muy barata” y que, en cuanto salgamos de la crisis y levantemos el ánimo, recurriremos a la cultura, por lo que “los recortes en Cultura no son rentables”, agregó. Es un dato más para la reflexión que le propongo.
Por último, quiero dejar otra idea que hace pensar. No hace mucho escuché a una escritora de Mozambique, Paulina Chiziane, que vino a Tenerife al Salón Internacional del Libro Africano [Sila], que usted inauguró. Le preguntaban a Chiziane en la radio cómo se podía hacer Cultura en África donde mucha gente tenía problemas para comer. La respuesta de la escritora africana fue: “Para nosotros el ser humano es cuerpo y espíritu. Los africanos necesitamos comer pero si no hubiésemos tenido el espíritu siempre vivo para cantar, bailar y contar cuentos hubiésemos desaparecido como pueblo”.
Sr. Presidente, a la vista de lo expuesto, ¿cree usted posible rectificar y evitar un nuevo recorte al sector de la Cultura en Canarias?
Martín Rivero. Premio Canarias de Comunicación y director de TantoArte Producciones