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La boda > Leopoldo Fernández

   

Dicen que ha sido una boda de contenido agridulce. Que ha cumplido un sueño -el sueño de los desposados-, pero ha molestado a la familia de ambos; él, Alfonso Díez, de 60 años, palentino, con seis hermanos, soltero, funcionario por oposición del Ministerio de Trabajo, al que llaman plebeyo, y ella, Cayetana de Alba, de 85, madrileña, madre de seis hijos, dos veces viuda, 20 veces Grande de España y con más privilegios y títulos nobiliarios que nadie en el mundo. Tanta diferencia de edad y de posición social no ha sido inconveniente para el amor, que nunca tiene razones ni porqués -le pintan ciego y con alas, ciego para no ver los obstáculos y con alas para salvarlos, decía Benavente-, ya que se trata de una pregunta sin respuesta, una hierba espontánea, un sentimiento que gana más fuerza cuanto más envejece porque, como apunta el poeta, es un necio a los 20 y un loco del todo a partir de los 60. Por flaqueza del espíritu, pérdida de la razón, intercambio de conveniencias, complicidad, pasión o simple amor florecido, la boda de Cayetana y Alfonso la veía la opinión pública con cierta incredulidad e incluso las revistas del corazón especulaban con el interés económico de este funcionario discreto y de buenos modales, que se dice espiritualmente enamorado de la duquesa desde hace 30 años. Si Cupido ha llegado ahora, tan tarde, será porque el amor siempre habla, incluso con la boca cerrada, que dice un consejo alemán. No sé si, a estas alturas de sus vidas, Cayetana y Alfonso tienden más al matrimonio de los espíritus que al de los cuerpos, pero en cualquier caso tienen derecho a la felicidad, a la comprensión y al respeto de la ciudadanía pese a que, de todos los actos mundanos en la vida de los personajes famosos, es precisamente el matrimonio aquel en el que más mete el prójimo las narices. Campechana, divertida, rompedora, nada convencional, elegante y hippie, sicodélica y caprichosa, coqueta y muy sevillana, María del Rosario Cayetana Paloma Alfonsa Victoria Eugenia Fernanda Teresa Francisca de Paula Lourdes Antonia Josefa Fausta Rita Castor Dorotea Santa Esperanza Fitz-James Stuart de Silva Falcó y Gurtubay es ya la señora de Díez, así, como suena, desde ayer tarde, tras un acto privado al que apenas asistieron una veintena larga de amigos y familiares. Durante tres años, la duquesa de Alba ha librado una batalla a cara de perro con su propia familia, con la que ha repartido su herencia para evitar suspicacias con la dote, valorada en más de 3.000 millones de euros. Con Alfonso ha reforzado su amor al cine, a los viajes, a las antigüedades, al gimnasio… y al rejuvenecimiento facial. Para ambos, larga vida de amor inmarcesible.