Estos dÃas el Banco de Pagos Internacionales acaba de publicar unos datos en relación con la deuda española, la pública y la privada, que son para echarse a temblar. En estos momentos somos, tras Japón, Portugal y Bélgica, el paÃs más endeudado del mundo. La deuda pública más la deuda asumida por empresas y familias en España es, ciertamente, una de las más elevadas del globo. El nivel de nuestra deuda es del 355% en relación con el PIB nominal, unos dÃgitos que ciertamente reflejan una situación preocupante. La deuda pública, con ser alta, 700.000 millones de euros entre las tres administraciones, todavÃa no supera el denominado umbral de peligro, aunque se calcula que a finales de este año estará en torno al 68% del PIB. Sin embargo, la deuda de familias y empresas está por encima del umbral de peligro. España se ha endeudado en la última década, según datos del Banco Internacional de Pagos, nada menos que 97 puntos del PIB. La tendencia ha sido al endeudamiento generalizado pues, si tenemos en cuenta la tendencia de los últimos treinta años, resulta que en este periodo de tiempo la deuda creció 182 puntos de PIB: casi dos veces la riqueza que es capaz de producir España en un año. El crecimiento exponencial de la deuda refleja la mala gestión y administración financiera de estos últimos años. El recurso permanente a la deuda, cada vez con más intensidad, pone de manifiesto que se ha vivido por encima de las posibilidades, por encima de la producción real. Esta forma de administración, tarde o temprano, termina por dar al traste con el sistema financiero. Algo que ha acontecido de manera súbita no hace mucho. Cuando se vive por encima de las posibilidades es porque el régimen lo permite. Si asà no fuera, si la estabilidad presupuestaria y el equilibrio financiero fueran principios de obligatoria observancia, las cosas habrÃan sucedido de otra manera. Pero como se ha tolerado, cuando no espoleado, el recurso a la deuda como medida ordinaria de administración y gestión, ahà tenemos los resultados. Una deuda elefantiásica que nos ha empobrecido y que afectará, y de qué manera, a los españoles más jóvenes, que tendrán que hacer sacrificios sin cuento para paliar los efectos de la irresponsabilidad de los gestores y administradores de los últimos años. Las cosas, a mi juicio, no se solucionan sólo con medidas normativas. Las medidas normativas, incluidas las reformas constitucionales, son imprescindibles. Sin embargo, si no van acompañadas de hábitos y aptitudes nuevas acerca de la administración y gestión financiera y presupuestaria, en poco tiempo volveremos a las andadas. Si no se sanciona el recurso al déficit, si no se penaliza el endeudamiento irresponsable, no habremos sido capaces de resolver la situación. Insisto, la solución no es cuantitativa, es de orden cualitativo. La deuda no baja por decreto. La deuda baja si se administra y gestiona mejor. Si se mira todo el gasto con lupa. Si se tiene en cuenta, en lo público, que se manejan fondos de todos. Y, en lo privado, si se tiene presente, que el beneficio legÃtimo debe ser imputado a todos los que lo hacen posible. No sólo a la cúpula, a toda la organización.
Catedrático de Derecho Administrativo | jra@udc.es