La cosecha de la sal se realiza en Fuencaliente de modo artesanal, por los salineros. / DA
DAVID SANZ | Fuencaliente
La zafra de la sal de este año, que está llegando a su fin, viene marcada por un descenso en la recolección debido a las condiciones climáticas adversas, con un verano “atípico, con poco sol y mucha humedad”, según comenta el responsable de la empresa familiar Sal Marina de Teneguía, Andrés Hernández. Calcula que la producción ha podido descender alrededor de 100 toneladas, “unas dos cosechas menos”, sobre las 600 que suelen recoger otros años. El descenso cuantitativo no merma la calidad de este producto reconocido con el sello de la Reserva Mundial de la Biosfera.
“Nos preocupa un poco la disminución”, comentó Hernández, quien aseguró que “las previsiones eran que íbamos a tener un otoño cálido y poco lluvioso y la intención era prolongar un poco más la zafra para recuperar lo perdido”. El tiempo sigue sin acompañarle y ayer mismo llovía sobre el extremo sur de La Palma donde se ubican las salinas. “La lluvia no paraliza la recolección, pero sí hace más complejo reiniciarla nuevamente”, explicó.
Labor constante
El trabajo de esta empresa salinera es constante. “Somos como hormigas, producimos en primavera-verano, almacenamos y durante todo el año vamos envasando”. Y pese a la disminución, Hernández asegura que “tenemos garantizado el abastecimiento del mercado local y lo que se envía a Alemania”. Si bien reconoció que “lo que no podemos hacer es buscar nuevos mercados y desarrollar el producto en el exterior”. “Dentro de lo malo por lo menos hemos garantizado nuestro principal mercado que es el local”, subrayó.
Durante la época de la zafra, la empresa contrata a tres personas más, que se suman a los tres permanentes en las salinas. “El trabajo es totalmente tradicional, se usan las mismas técnicas de hace 44 años”, nos comenta. Los útiles que se utilizan en la recolección son el rastrillo o la raspadera, con la que se recoge en el interior de la salina el producto; la pala manual y la carretilla. En los últimos años se usa el cedazo, que es “el colador grande que permite recoger la capa fina que flota sobre la superficie del agua” que se convertirá en la flor de sal, una exquisitez que se emplea para condimentar los platos elaborados en la alta cocina.