Hubo un tiempo en que a los polÃticos se les pedÃa que gastaran. Un hombre público debÃa gestionar la economÃa de su departamento no como la de su casa, sino como gastamos la herencia del abuelo. Eran tiempos de fiesta y a los polÃticos les exigÃamos cumplir con el Presupuesto a rajatabla, y gastarse hasta el último duro que hubiera.
Con tanto recorte que al cinturón no le queda ya piel para más agujeros, parece hoy imposible que antes fuera tan difÃcil gastar. Pero lo era: en Canarias hubo años en los que algunas consejerÃas no lograron ejecutar un tercio de su propio presupuesto.
Circulaba entonces la especie que asegura que euro no gastado en la Administración es euro perdido. Siempre me pregunté si tal leyenda es cierta. Y si lo es… ¿dónde fueron a parar aquellos millones que nuestros polÃticos no invirtieron en tiempos de vacas gordas? Lo más probable es que se los quedara el consejero de Hacienda. Por eso a los de Hacienda se los ve siempre tan seguros y dispuestos, porque les quedan en algún lado unos ahorrillos… Asà sobreviven sin inmutarse a que el Banco Central Europeo decida que nuestra deuda vale un 20 por ciento menos. O sea, que nos va costar pagarla un 20 por ciento más.
En Canarias, con crisis o sin ella, nos acostumbramos a pedir. Antes pedÃamos para no gastarlo, y ahora para pagar a fin de mes. Se ha instalado la percepción de que esta región no puede vivir sin ayudas, y es difÃcil que pase un dÃa sin la declaración coalicionera recordando que a Canarias se la trata muy mal en Madrid, en Cuenca y en Bruselas. PSOE y PP solo se suman al lloriqueo cuando el que gobierna en España es el otro.
Los partidos centralistas son a veces pedigüeños, pero sólo en función de las circunstancias. No lo llevan en el genoma. Los partidos nacionalistas sÃ, pero se dividen en dos categorÃas: los que piden y piden y no dejan de pedir (más pasta), y los que lo único que piden es que España se vaya a paseo.
En Canarias, los nacionalistas son mayoritariamente del primer tipo, que podrÃamos definir como del tipo aprovechado. Los del otro tipo no abundan, pero son ruidosos y muy temáticos. Aunque a los efectos ahora da igual que unos pidan y los otros no, porque nadie va a soltarles un duro. No hay de dónde. La parte buena es que tampoco tendrán que esforzarse en gastarlo.