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Por el Sahara: el cónsul de ‘El País’ (VI) > Rafael Muñoz Abad

Recomienda el Ministerio de Asuntos Exteriores no viajar a Mauritania y en especial a Nouadhibou por el alto riesgo de ser secuestrado. Y supongo que su información manejará; no siendo el que firma tan imprudente como para resolver poner en tela de juicio sus fuentes y razones. Lo que sí vuelvo a denunciar amparándome por lo que allí escuché y vi de nuestra diplomacia, vivo ejemplo de la incapacidad en cuestiones africanas, es la imagen desvirtuada y peyorativa que seguimos ofreciendo del continente vecino. Todo español que “ose” saludar (o más bien molestar) al señor cónsul en su búnker de Nouadhibou, lo primero que recibe es una avalancha de majaderías en forma de historias acerca de células de Al Qaeda que rondan la ciudad; batallitas trasnochadas sobre las decenas de señoras que han desaparecido en la carretera de Villa Cisneros a Mauritania; lo preparado que tiene la embajada para una evacuación inminente, y que él no se hace responsable de absolutamente nada. ¿Y quién diablos le pide nada a su merced? Más allá de llamar para comunicar el color de la alerta de secuestro y en palabras de los muchos compatriotas y mauritanos que allí se ganan la vida, este señor de corta talla, a la par de su cerrazón mental, lo que debería hacer es salir de su agujero y hacer algo de turismo. Razón por la que le recomiendo que se aventure a ver un país que es un regalo para la vista y a conocer a sus gentes; don de la educación y la hospitalidad. Le diré que entre los que realmente conocen Mauritania sus palabras provocan tanta indignación como risas, siendo usted la fehaciente representación de nuestra política en materia africana. Me parece usted muy malo como cónsul, diría que peor, y en relación a sus comentarios, hasta dañino para las relaciones bilaterales. Aun así no lo culpo. Usted no es más que un mero eslabón de la ausencia e incapacidad de un gobierno que anda capitaneado en su palo diplomático por otra de la que mejor no quiero ni acordarme; ay Trinidad de mis amores, más preocupada por las mechas que por tus quehaceres. Le diré, estimado señor, que tras más de una semana de caminatas por el interior del país y alguna loca aventura hasta Ouadane y Zouerat, terroristas no vi; sólo arena, cielos estrellados, y gente que te daban las gracias por visitar Mauritania. Le recomiendo los mercados de Nouakchott; pasar una mañana en Cap Blanc; ir en tren hasta Choum; recorrer la ciudad santa de Chinguetti para que pueda tocar la historia; ir a pescar al Banc d’Arguin, o simplemente charlar con la gente. Le doy mi palabra de que no lo secuestrarán. Termino aclarando el título del artículo. Lo de El cónsul de ‘El País’, más allá de que sus comentarios son para morirse, obedece a que la única lectura que ofrece el consulado español en Nouadhibou son dos pilas de ese diario. Todo un ejemplo de pluralidad informativa. Usted, señor cónsul, me recordó al taciturno presidente Paulus Kruger, que murió presumiendo de haber leído la Biblia. Imagino que el día que evacue el consulado se llevará los ejemplares. Mándese un té. Está invitado.

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