Esta precampaña electoral está siendo distinta de otras anteriores, porque nos encontramos con la novedad de que los candidatos, en lugar de prometer que van a hacer cosas, parece que se esfuerzan por transmitir la idea de que van a quitarlas.
Hay una notable pugna entre los dos principales candidatos y sus respectivos entornos por meterle los recortes a casi todo y van acuñando una singular imagen de cirujanos orates que salen a la calle con el bisturí en la mano, mirando a un lado y a otro, en busca de a qué meterle el sajazo, o al menos anunciar que se está dispuesto a cortar hasta el fondo.
Uno de los temas favoritos es el de la Administración. Para Alfredo Pérez Rubalcaba, las diputaciones provinciales son entes eliminables, lo cual tiene su mérito porque históricamente fueron una de las oficinas de colocaciones de los socialistas y de distribución de fondos (claro que ahora cambian de manos). Y dejan a un lado que la Constitución reconoce la figura de la provincia y, teóricamente, al menos en la Península, estas corporaciones son las representaciones de ellas (lo cual nos llevaría a la paradoja de un territorio legalmente reconocido pero sin representante legal).
Para Mariano Rajoy, lo que es recortable es el Congreso de los Diputados, que puede tener menos parlamentarios. Esto quizás es más entendible por los ciudadanos ya que para decir sí a lo que propone el partido propio y no a lo que presenta el ajeno tampoco es que se necesiten 350 personas. Probablemente con doscientos podemos ir servidos.
Pero esto no se ve claro desde otra óptica. Por ejemplo, la de Izquierda Unida, que dice que de tocar el Congreso, nada, y que donde hay que meter tijera es en el Senado (algo en lo que quizás también estarían de acuerdo los ciudadanos en un inquietante proceso de estar conformes con todo lo que sea reducir políticos, lo que podría interpretarse como que es también reducir representatividad). Y es que Llamazares ve el peligro de tener menos escaños en el Congreso, donde si está mejor representada IU, y le importan menos los senadores.
Nunca mejor se puede aplicar el viejo chiste que se contaba sobre la llegada de los comunistas al poder en un pueblo, y en el comité del partido se iba proponiendo: “Al que tenga dos casas, se le quita una”. Y todos aclamaban. “Al que tenga dos prados, se le quita uno”. Y todos aplaudían. Así fue marchando la sesión hasta que se propuso: “Al que tenga dos vacas, se le quita una”. Y saltó rápidamente uno de los reunidos, rechazando vehemente la propuesta. Un camarada le preguntó por qué se oponía ahora si había estado de acuerdo en todos los repartos anteriores. Y el interesado respondió: “Es que dos vacas sí que tengo yo”.
Pues eso. Para Llamazares está bien dividir lo de los ricos, pero no reducir presupuesto en sus escaños. Ya lo he dicho antes: es lo de Antón Pirulero, cada cual atiende a su juego.