Roma no pagaba traidores. Pero sà pagaba -consta- los servicios prestados por sus héroes. Quien hiciera lo suyo para mayor grandeza del SPQR recibÃa la oportuna compensación, ya fuera en peculio, tierras para colonizar, o mármol epigrafiado para la historia. Premiando a los que cumplÃan los encargos de la curia, Roma logró sostener su tinglado en Occidente mil años.
No creo yo que el paulinato dure tanto, aunque lo más probable es que se mantenga esta legislatura, que ya es bastante. Rivero se convierta entonces en el presidente con más aguante de la AutonomÃa, sin pagar peaje siquiera a sus tiralevitas más fieles.
Y es que la defenestración del profesor RÃos de las listas del Congreso es un castigo por haber hecho el hombre lo que se le encargó. Han decidido endosarle el muerto de la concesión de las licencias de radio, como si el polémico reparto de frecuencias se hubiera producido por incompetencia de don Fernando, y no por exceso de celo en el cumplimiento de sus instrucciones. La cosa es que desde el Cabildo de Tenerife se ha pedido la cabeza de alguien, y el tipo con cabeza disponible más próximo a la decisión era precisamente Fernando RÃos.
Alguien tenÃa que pagar por abrir la primera fosa infranqueable entre el nacionalinsularismo de siempre y el entramado mediático que durante décadas sirvió con devoción a ATI. Por eso se culpa hoy a RÃos de haber abierto la caja de los truenos al dejar a la radio de José RodrÃguez RamÃrez fuera del reparto de licencias. Según esa lectura -ciertamente interesada- el leal hombre para todo de Rivero habrÃa sido el único responsable de las concesiones y el causante de la guerra editorial que en los últimos meses tiñe de azul criollo las portadas del periódico El DÃa y convierte a su director/editor/propietario en protagonista de un ridÃculo culebrón judicial, en el que no se sabe si lo que le pica es la cabeza o la licencia.
Yo creo que no es justo que al final el pato del bochorno de las efeeme lo pague un tipo tan recto, estirado y pardillo como Fernando RÃos. Es de los que están en polÃtica por ideas, aunque cuatro años en las cocinas del poder lo hayan espabilado lo suyo.
Se va sabiendo algo que no sabÃa: que hay servicios prestados por los que se cobra con una patada donde la espalda termina.