FOTO: FRAN PALLERO
NICOLÁS DORTA (ENVIADO ESPECIAL) | El Pinar
Parece que la erupción volcánica se ha tomado un respiro, aunque habrá que esperar unos días porque con la naturaleza nunca se sabe. La disminución de la intensidad en el tremor y el nivel de sismicidad del volcán, tranquilo pero no dormido, ha permitido, sólo momentáneamente, la vuelta a casa a los vecinos de La Restinga. Cortos periodos para coger algunas cosas, regar las plantas, comprobar que todo está en orden. Poco más de media hora por la mañana y por la tarde, un tiempo algo mayor. Desde El Pinar se divisan los efectos secundarios del cráter submarino sin nombre a 150 metros de profundidad: la enorme mancha verde, ayer menos apreciable en un día raro, nuboso, que rodea prácticamente toda esta zona de la Isla. Allí sobrevolaba un helicóptero de la Guardia Civil y el buque Profesor Ignacio Lozano haciendo mediciones.
De La Restinga salen y entran coches tras pasar por un control policial. En este pueblo que soporta los caprichos del temblor de la tierra vive ahora el silencio; calles y casas vacías, a expensas de lo que haga el volcán.
Retirada de barcos
A primera hora de la mañana una grúa comenzaba a retirar algunos barcos atracados en los pantalanes del puerto. José Manuel tuvo que llevar el suyo fuera del agua. En la orilla hay vida. Cuenta este vecino por la mañana que había visto “viejas y otros pescados; la vida bajo el agua sigue”, dice. Sin embargo a pocos metros de La Restinga flotaban peces muertos en el espigón del muelle, una señal de que todavía hay actividad volcánica.
José Manuel no huele a azufre, sólo cumple órdenes de las autoridades para entrar y salir de su pueblo. A su juicio, “el volcán ya está muerto, aquí no pasa nada”, indica este maestro jubilado. “Nos informaron de los riesgos y de que iba a suceder, que teníamos que abandonar el pueblo por precaución, y por eso estoy muy tranquilo”, comentó.
Tasca La Laja, El Refugio, Casa Juan. Todo cerrado. En el supermercado Natisur su propietaria aprovecha para recoger los productos perecederos.
El concejal de Seguridad y Emergencias de El Pinar, Jesús Pérez, aseguró que el aire está prácticamente limpio en La Restinga y que no existe peligro para la población. “Los científicos siguen trabajando y en breve se decidirá si los vecinos volverán a sus casas o no”, indicó.
A su lado se encuentra la camioneta de la Red de Medición de la Calidad del Aire. “Indica que todo está bien, eso es lo que nos han dicho”, asevera el edil, quien reconoce la muerte de varios peces en la bahía.
“A mí nunca me han llorado los ojos”, dice Horacio Fumero, otro vecino. Debe actuar rápido, recoge sus enseres en un salón al lado del puerto. “Cuando nos evacuaron nos fuimos con lo puesto”, explica.
La mayoría de los vecinos del pueblo pesquero proviene de El Pinar, salvo las escuelas de buceo. Los afectados, casi 600, se toman sus visitas momentáneas al hogar con filosofía. “No nos queda otra”. Muchos de ellos no quieren volver hasta que no les den la certeza de que no hay peligro. “La última palabra la tiene la naturaleza”, comenta Alejandro.
“Veremos cuánto dura esto pero la verdad es que tenemos ganas de volver a nuestras casas”, comentaba una empleada de un supermercado en El Pinar.
“No hay garantías”
El presidente del Cabildo, Alpidio Armas, entiende que la “situación parece haberse calmado” y reconoce que se ha confirmado una disminución de la actividad volcánica bajo el agua.
El presidente adelantó que la si situación sigue igual, los vecinos de La Restinga podrían acceder a su pueblo desde por la mañana hasta por la tarde y regresar por la noche a sus domicilios, aunque esta es una medida “que deberá tomar el Pevolca”, comentó.
FOTO: FRAN PALLERO
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El silencio de las casas y el rumor de las olas
Las autoridades permitieron ayer a los periodistas recorrer las calles de La Restinga por primera vez desde que el pueblo fue desalojado por su cercanía a la erupción volcánica submarina que se está produciendo a dos kilómetros y medio de sus costas. Recorridos los seis kilómetros que lo separan del puesto de la Guardia Civil, donde se controlan los accesos a la zona de seguridad, La Restinga esperaba a los medios de comunicación con casas y establecimientos cerrados, y con algunos vecinos que habían bajado a recoger material de trabajo y enseres. La llegada de los periodistas se hizo en medio del silencio de las calles y el rumor de las olas al chocar con levedad contra la costa amenazada.
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