X
EL HIERRO > CRISIS SÍSMICA Y RIESGO VOLCÁNICO

Viaje al mar de los epicentros

   

Panorámica del Mar de Las Calmas, en cuyo entorno, pese a su nombre, ruge el subsuelo. | MOISÉS PÉREZ

VICENTE PÉREZ (ENVIADO ESPECIAL) | El Pinar

El Julan es un abismo de tierra con pinos que desafían la gravedad y un mar tranquilo, llamado de Las Calmas. Hacia este lugar, al sur de El Hierro, ha llegado el magma, tras avanzar bajo la Isla, y allí se concentran desde hace días los epicentros de los terremotos. Ayer, el Cabildo Insular permitió a la prensa llegar hasta el centro de visitantes, encaramado en una ladera impresionante, y cuyo acceso se encuentra cerrado ante los desprendimientos, de momento de pequeñas piedras, que se suceden en una carretera de vértigo.

Allí el geólogo David Calvo, del Instituto Vulcanológico de Canarias (Involcan) instaló una estación de medición sísmica, acompañado de la consejera insular de Turismo, Verónica Montero. Posteriormente, la comitiva de periodistas descendió, a través de un mar de malpaíses y cráteres espectaculares, hasta el Mar de Las Calmas, donde se encuentran las calas de Tacorón. Allí varios bañistas disfrutaban de las piscinas naturales, ajenos a la actividad sísmica y magmática.

“No estoy preocupado, en el mar no se ha notado nada, vengo todos los días”, comentaba Tenasar, un joven de El Pinar que gusta de nadar en esta zona. En medio de aquellas soledades volcánicas existe un quiosco, donde trabajan Diana (colombiana) y Vanesa (tinerfeña de Santa Cruz pero residente en La Restinga). Aseguran haber sentido algunos temblores fuertes, aunque “más que al volcán, el miedo es a los derrumbes”.

Durante varias horas no se sintieron seísmos en El Julan. Este enviado especial percibió uno en Tacoron.

Hasta allí se acercó el presidente del Cabildo, Alpidio Armas, quien de esta forma quiso demostrar que “no hay riesgo ninguno para venir a El Hierro” , que la ocupación hotelera supera el sesenta por ciento y que los grabados prehispánicos de El Julan se grabarán en imágenes de tres dimensiones con un aparato que aún no ha llegado a la Isla, ante la posibilidad de que sean dañados por una erupción.

Impresionante paisaje de restos volcánicos en la zona de El Julan. | MOISÉS PÉREZ

Arriba, en el pueblo de El Pinar, sus habitantes ya se han acostumbrado a los temblores, y en bares como El Mentidero preocupaba más la partida de dominó que un volcán, a pesar de que el suelo tembló varias veces durante la tarde. Por allí pasaron geólogos del Instituto Geográfico Nacional (IGN), alertados por una vecina que dijo haber percibido olor a azufre, aunque resultó una falsa alarma.

“Estamos muy bien informados y con los medios necesarios, por eso no tengo miedo, aunque está claro que la situación no es normal y todo está aún en el aire”, expone María Teresa Quintero, quien cada día realiza el trayecto entre El Pinar, donde reside, y Valverde, donde trabaja. A ella le han estremecido los seísmos por la noche, aunque considera que “hay que intentar hacer una vida normal” , de hecho ayer vendimiaba.

En este joven municipio, la gente se han habituado a utilizar los dígitos de la magnitud sísmica, y escuchar decir “ayer hubo uno de 3,6” o “esta mañana sentí uno de 2,9” se convertido casi en una jerga ya cotidiana. Eso sí, todos coinciden en que fuera de la Isla se ha creado más alarma que dentro.