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Zapatistas y 15-M > María Montero

   

Sobre un inolvidable lema, “el 2 de octubre no se olvida”, México vivió uno de los momentos más importantes de su reciente historia social en el año 1968, con una revuelta no solo estudiantil, sino de la propia estructura revolucionaria del país, que se cobró la vida de valientes jóvenes en Tlatelolco. Fueron miles los que portaron el estandarte de la libertad, desde un movimiento de conciencia, no sólo en el mundo universitario, sino sostenido por la conciencia popular. En estos días, se cumplió el 43 aniversario, que conmemora que los grupos de mexicanidad siguen vivos y que “nadie olvida México 1968”. La consecuencia evolutiva de tal desarrollo de concienciación del pueblo, desde entonces y junto a otros factores, como fue la inestimable presencia del subcomandante Marcos, despertando a ciudadanos y movilizando en público al propio Gobierno mexicano, ha sido el resurgimiento de lo que ellos mismos denominan el “auténtico mexicano”, recuperando valores propios de su historia y redefiniendo al mexicano actual, pero engarzado en la impronta de una gran conciencia maya, nahuatl, olmeca, tolteca y del resto de comunidades y conocimientos indígenas. Uno de los movimientos clave del país en este aspecto fue el de los zapatistas del Yucatán. Y es en esta tierra donde algunos carteles a la entrada de los pueblos anuncian otro lema: “Aquí el pueblo manda, y el Gobierno obedece”. Se dice que la historia da muchas vueltas y, casualmente, en estos días sus vecinos en Wall Street trataban de reivindicar en su revolution el reconocimiento de ciertos derechos económicos, pero, realmente, la situación puede ir más allá, en el sentido de ser un inicio, como una chispa incendiaria que propague un despertar a una nueva conciencia social, en un incendio de valores, no solo en la bolsa americana, sino en un sistema que está en llamas, y no sólo por el armamento y su uso político, sino por cómo se cotizan los valores humanos y quizá el olvido de su propia Carta de Derechos (1791), que, desde la memoria de Jefferson, al inicio del sueño americano, pareciera que derivó hacia el letargo. Y entre zapatistas y la spanish revolution, la sociedad americana ya se dio por enterada, y ahora nos queda observar la coherencia de su revolución. Como en el movimiento del 15-M, un agrupamiento multitudinario que nació del fósforo de la indignación y se gestó entre redes sociales y muchos españoles tratando de recuperar la igualdad social y una vida más digna en muchos aspectos. La indignación resulta ser un buen motor de arranque, pero, a nivel grupal y representativo ante las instituciones y gobiernos, no es suficiente, pues la organización de ideas, proyectos de cambios en diversas áreas sociales y su viabilidad ante el Ejecutivo requieren una gran conciencia por parte de los ciudadanos españoles, una buena dosis de comunicación y una excelente organización de los indignados del 15-M, en el sentido de que cada persona, en función de su conocimiento, debe desempeñar un rol adecuado a su capacidad, entendiendo que los indignados no desean líderes, pero reconociendo la efectividad de las acciones de sus miembros, representando a esta sociedad de una forma igualmente coherente; además de no vulnerar derechos ajenos para reivindicar los propios y, evidentemente, sin convertirse en objetivo de arrestos policiales. Es una delgada línea para indignados y autoridades, pero es importante reconocer en qué parte del proceso estamos, hacia dónde nos dirigimos y cómo gestionaremos el camino…

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