¿Es eso? ¿Me estás amenazando, Dios? ¿Es una amenaza eso que proclama el evangelio de que puedo llegar a ser como una de las vírgenes que por no estar preparadas encontraron la puerta del banquete cerrada para siempre?
Como ésas a las que dijiste que no conocías de nada a pesar de que ellas te suplicaban que las tuvieras en cuenta. ¿Es una amenaza?
Lo digo, más que nada, porque si ahora juegas a intimidarme casi preferiría yo que me borraras de tus listas.
Tan hondamente creo en tu capacidad de amar de una manera radicalmente distinta a como lo hacemos entre nosotros, tan distinto te veo yo amando, que no te imagino capaz de dar un paso atrás en el misterio de tu encarnación saliéndonos ahora con esto de cerrarnos las puertas como venganza.
Actuar así es más propio de nosotros, de los hombres y mujeres que habitamos esta hermosa Tierra nuestra de cada día y la ensuciamos con nuestras pendencias sin sentido. Tú no.
De ti sólo sabemos una cosa, y nos basta. Nos cambia la vida, nos revuelve por dentro saber que eres amor. Y punto. Y nada más. Que todo es por amor desde que tú te hiciste mundo. Por eso no te veo yo cerrando puertas.
Otra cosa será que llames al pórtico de nuestra conciencia para que no nos durmamos en los laureles sin haber conocido la verdadera alegría, sin tener experiencia ya en este mundo de tu presencia y del calor de tu abrazo.
Cuando eso pasa, es como si no hubiéramos vivido. Peor, es haber vivido sin saber quiénes somos en realidad. Y eso es lo que quieres evitar que nos ocurra cuando nos dices que puede sorprendernos la llegada del esposo con las manos vacías.
Eso sería una tragedia. Desaprovechar nuestro paso por este mundo de despiste en despiste, sin aprender de los atajos inciertos que tomamos y que a ningún lugar nos conducen… pasar por aquí como si no hubiéramos pasado, sin saber que nuestras sonrisas son sólo el preludio de una risa sin fin que nos aguarda.
No adelantar esa alegría a nuestros días sobre la Tierra… Eso sí que es encontrarse las puertas del banquete cerradas.
Y no es una amenaza, sino el aviso cariñoso de un padre que no soporta el dolor de pensar que sus hijos podrían perderse en la noche por no estar atentos al camino, por cansarse de caminar, por ceder a la misma rutina.
Por eso les sale al encuentro una y otra vez y les cuenta historias de vírgenes que se duermen y de invitados a bodas que no tienen el traje apropiado…
Lo que haga falta con tal de que entiendan que los quiere a todos junto a él, que lo único que le falta para estar completo son ellos, cada uno de ellos.
No me amenazas, ya lo sé. Ni lo haces ni participas de los que lo hacen. Aunque lo planifiquen en tu nombre, aunque se crean bienintencionados. Tú no. A ti te veo amando.
Siempre amando.
@karmelojph