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¿No tener plan o no cumplirlo después? > Manuel Iglesias

Los debates como el sostenido entre Alfredo Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy tienen el riesgo de que, cuando las aguas se serenan, algunas afirmaciones se ven cuestionadas por el peso inflexible de la memoria, es decir, el del recuerdo de cuando se dijo lo contrario, y aparece entonces la contradicción, que es uno de los más duros peligros en su credibilidad pública que tiene un político.

En el caso de Pérez Rubalcaba hablaba repetidamente de la falta de programa que según su opinión tiene el PP y reclamaba unos compromisos concretos anticipados como necesarios.

Esto ha sido muy aplaudido en los mítines, incluso con risas en los chascarrillos que suelen darse en estos actos, pero, claro, cuando se echa mano a la memoria, se recuerda también el buen humor con que se acogía en el socialismo las manifestaciones públicas de un personaje destacado como Enrique Tierno Galván, cuando, en respuesta a las acusaciones de faltar a los compromisos que había hecho, proclamó lo de “los programas electorales están hechos para no cumplirlos”, y así zanjó la responsabilidad entre el jolgorio de sus correligionarios.

La cuestión es que si hay una forma de pensar de que “los programas están para no cumplirlos” y se acepta la afirmación sin reparo es inevitable que surja esa contradicción entre ese concepto de comportamiento en la realidad y lo que se presenta en otro momento en la campaña como un compromiso serio. Cabe preguntarse el que si se aceptara que el PP no tiene un programa con concreciones, ¿eso sería mejor o peor que presentarlo para buscar el voto pero no tener la voluntad de cumplirlo después?, que es el espíritu que proclamó Tierno Galván, intelectual de prestigio y frecuentemente citado como guía en el PSOE.

Y cabe el derecho a la sospecha porque Pérez Rubalcaba, por ejemplo, habló en el debate de que, si ganaba, reclamará a la Unión Europea una moratoria de dos años en el cumplimiento del objetivo de reducción del déficit. Pero la vicepresidenta económica, Elena Salgado, también socialista, ayer mismo, lo descartó de una manera clara: “Lo único que tengo que decir es que tenemos que cumplir con los compromisos que hemos adquirido”.

Hay esa contradicción en la propuesta de eludir “los compromisos adquiridos” que se realiza como promesa electoral para satisfacer a determinados sectores reivindicativos en la calle, y la realidad de un planteamiento que se hace por la ministra desde la voluntad lógica de cumplir aquello que se ha firmado. Y que precisamente desde un Gobierno del PSOE en que estaba Pérez Rubalcaba se ha presentado como necesidad y una parte importante para la solución de nuestros problemas.

Lo dicho, ¿creemos en un programa de buenas intenciones o tenemos derecho a la duda de no saber si en lo oculto está animado por la idea del socialista Tierno Galván de que los programas electorales se hacen para no cumplirlos?