MANUEL J. AFONSO GARCÍA | LA OROTAVA
“Esta obra quiere ser un homenaje a los alfareros que han colaborado en ella, especialmente a la memoria de Panchito y doña Adela, a cuyo lado pasé muchos ratos, tanto aprendiendo el oficio como disfrutando de su compañía”. Esta dedicatoria sirve de pórtico, 28 años después, a la segunda edición actualizada del libro Greda. Manual de cerámica Canaria, del profesor Manuel Afonso García, que ha editado la Asociación Cultural Pinolere. A modo de epílogo, concluye con estas reflexiones que, a pesar del tiempo transcurrido, continúan en los debates de los mentideros culturales.
Pasado…
Si damos una mirada al pasado de nuestra alfarería tradicional descubrimos unas constantes que han perdurado a lo largo de cinco siglos de historia. Por una parte existen unas peculiaridades marcadas por condicionantes externos como el barro y la técnica heredada de nuestros antepasados; por otra, una gran capacidad de supervivencia. Se le podía considerar como popular, tanto por su aspecto artístico como por su proceso de construcción, enclavado en el pueblo. Salía del pueblo, terminaba en el pueblo y respondía a sus necesidades.
Presente…
A partir de mediados del siglo XX hemos asistido a una rápida y continua desaparición de alfares y loceras. De núcleos de población dedicados casi por completo a la fabricación de loza, como La Atalaya de Santa Brígida, Hoya de Pineda, La Victoria de Acentejo… Apenas quedan algunos descendientes y otras pocas personas que han heredado el oficio. Urge tomar medidas eficaces, no sólo para que no desaparezcan estos centros como le ha pasado a otros (La Palma; San Andrés, Arico, La Guancha en Tenerife, Lugarejos en Gran Canaria, El Mojón en Lanzarote…), sino para que no desaparezca el conocimiento de sus técnicas, de la tipología, de los usos y costumbres, de los barreros, de los almagres…
Es verdad que ha despertado el interés por aprender y rescatar esta labor. Hemos asistido a una mitificación de las loceras y su mundo, respetando más su encuadre sociológico que procurando la elevación de su calidad de vida.
La cerámica canaria ha perdido muchos rasgos que tradicionalmente la hacían popular, pasando más al campo del folklore y la decoración. Ya no se adquiere para uso doméstico; tampoco la adquiere el pueblo ni su precio es accesible a éste. La necesidad de una producción competitiva ha hecho perder muchos de sus rasgos definitorios. Cada vez se pierde más la referencia de los viejos artesanos, desde el conocimiento de la materia prima, de los procesos en la preparación del barro y en la construcción de la loza, hasta los de “guisado” y el respeto por las formas y usos.
Aunque cada vez está más lejano el buen quehacer de nuestras viejas loceras y se desdibuje en el pasado su conocimiento, hemos de luchar para que este legado no se pierda.
… futuro
El futuro nos plantea serios interrogantes como el de si volverá a existir en Canarias una cerámica popular, es decir, una cerámica propia que use el pueblo y responda a sus necesidades, del mismo modo que lo ha hecho tradicionalmente. Al plantearnos esta cuestión puede parecer, a primera vista, que queramos despreciar las técnicas de las viejas loceras, y nada más lejos de nuestra intención. En ellas debemos buscar las formas tradicionales, tratar de poseer un conocimiento lo más completo posible acerca de sus técnicas y seguir atentamente el proceso productivo de cada uno de nuestros alfares, reconstruyendo en lo posible los procedimientos empleados en los desaparecidos.
Para encarar el futuro con la pretensión de que la cerámica responda a las necesidades populares de forma competitiva hay que afrontar varios retos. Esta cerámica ha de ser de calidad y que sus características respondan a los usos propios de la vida actual. Se impone investigar sobre materias primas, procesos, técnicas de construcción y mecanización de los procesos, al tiempo que se han de crear nuevas formas que, sin copiar las tradicionales o aborígenes, se inspiren en ellas e interpreten el sentir de nuestro pueblo.
Debemos conocer a fondo este arte ancestral practicado por nuestro pueblo para ser sus depositarios y continuadores y, partiendo de él, lograr una creación y recreación de objetos culturales que nos identifiquen. Hemos de volver los ojos hacia la técnica y los modelos tradicionales para revitalizar así la cultura que nos es propia.
Tenemos dos tareas pendientes: el conocimiento de la alfarería tradicional en toda su pureza y afrontar creativamente el futuro compaginando el respeto y aprecio hacia lo tradicional con las necesidades y los recursos actuales.