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“En ‘Mareas y marmullos’ comienzo a destruir el mito que creé en 20 años”

Víctor Álamo de la Rosa retorna en su nueva obra al territorio imaginario de la Isla Menor. | DA

SANTIAGO TOSTE | SANTA CRUZ DE TENERIFE

Acaba de nacer en Los Realejos una tertulia con su nombre y la librería santacrucera La Isla expone una selección de sus obras editadas en otros países. Víctor Álamo de la Rosa (Santa Cruz de Tenerife, 1969), autor de El humilladero, El año de la seca, Campiro que, Terramores y La cueva de los leprosos, regresa con Mareas y marmullos a la mitología que levantó durante dos décadas. Aunque este nuevo viaje a Isla Menor encierra un propósito diferente a los anteriores: desencadenar el apocalipsis de su propio universo literario.

-Mareas y marmullos ha sido definida como híbrido, por estar a medio camino de la novela y el libro de cuentos y por mirar hacia las narrativas europea y latinoamericana. ¿Pero qué es para usted?

“Mi mejor libro hasta la fecha, porque en 175 páginas aprieto y estrujo hasta la última gota ese universo literario que he ido levantando novela a novela a lo largo de las dos últimas décadas. De hecho, aparecen personajes de mis novelas como Campiro o Celedonia Jesús. En realidad me despido de ellos, porque con Mareas y marmullos y con una novela de próxima publicación que se titula Isla nada clausuro ese mundo literario de la Isla Menor. Me cargo literalmente el mito que he ido levantando”.

-Y así, en esta obra revisita su territorio imaginario. ¿Ha cambiado el paisaje y paisanaje desde estuviese allí por primera vez?

“No, paisaje y paisanaje son los mismos. Lo que he hecho es introducir en ese paisaje, libro a libro, alguna novedad. Por ejemplo, en El año de la seca retrato la sequía extrema como detonante de sentimientos, en Campiro que se oye el ruido de fondo de la Segunda Guerra Mundial y la iconografía nazi, en Terramores vemos el amor en medio del conflicto político de la guerra civil y en La cueva de los leprosos hago aparecer el mito de la Atlántida. Mucho de todo esto hay en Mareas y marmullos porque el libro es ese esfuerzo de condensación que me impuse y que quería regalar a mis lectores. Viendo series de televisión pensé que debía ser capaz de ofrecerles digamos unos episodios, con principio, nudo y desenlace, pero que, al mismo tiempo, si se ven todos esos episodios, se ofrezca una curiosa imagen de conjunto, un aire general. Y eso hice”.

-Y si hablamos de reencuentros, hay textos en Mareas y marmullos que escribió en 1991. ¿Cómo ha sido esta puesta al día? ¿Ha pesado más el sentimiento de extrañeza ante algo que escribió pero que, quizás, casi no reconoce, o por el contrario se ha encontrado cómodo al dialogar con el Víctor Álamo de hace 20 años?

“En el libro hay textos escritos en 1991 que conviven perfectamente con los de 2010. Son en total 17 narraciones. Y no es que sintiera extrañeza, al contrario, me sentí cómodo. Apenas retoqué algún adjetivo, algún detalle. Quería que Mareas y marmullos fuera ese libro final, total, ese libro capaz de sintetizar veinte años de trabajo. A estas alturas de mi carrera me gusta pensar en mi obra y reordenarla.Quiero que tenga una imagen compacta, pensada, reflexionada. Nunca escribo por escribir. Escribir literatura y cuidar de mi hijo son las únicas actividades centrales en mi existencia. Por eso deploro conductas de presuntas gentes y presuntos escritores que trivializan el oficio, la profesión, publicando libruchos y panfletos que no salvan ni las mínimas cualidades sintácticas y ortográficas”.

-¿Para un autor como usted resulta complejo cambiar de registro, emplear una voz diferente? ¿Cuando trabaja el novelista descansa el poeta?

“El poeta y el novelista en mí son lo mismo. Sigo escribiendo poesía y espero publicar pronto un nuevo poemario. Parece que en este país o haces una cosa o haces otra, pero yo sigo fiel a la poesía. Leo más poesía que novela. En la poesía está lo novedoso. Sólo en las intuiciones de los grandes poetas podemos avizorar los derroteros de la literatura futura. Con la novela, no recuerdo quién lo dijo, uno firma un largo matrimonio, mientras que con la poesía se viven intensos escarceos eróticos y pasionales. Mi única pena es no tener más tiempo para el único género que no he cultivado, el ensayo. Espero hacerlo algún día”.

-Permítame cambiar de tema, aunque sin alejarnos demasiado. La noticia de los últimos días ha sido el drástico recorte de los presupuestos autonómicos en lo que hace a inversión en cultura. ¿Cuál es su opinión sobre todo esto?

“El Gobierno de Canarias ha mandado un mensaje pésimo, el de que la cultura es una guinda en el pastel, nada esencial. Esto es un error. Cultura es sinónimo de educación. Pero cultura es también inteligencia para desarrollar otros sectores estratégicos y reducir nuestra dependencia. Otra cosa es la falta de transparencia y cierta caprichosa costumbre subvencionista en algunos comportamientos del Gobierno. Por ejemplo, nunca veo definidos criterios claros para ayudar a la edición o para compra de ejemplares. Y es una lástima que esto ocurra ahora, porque creo que el viceconsejero Alberto Delgado estaba intentando reordenar el sector y lo hacía bien. Lo más grave es ese mensaje de pelear cultura con sanidad o educación, porque implica un retroceso espantoso volver a decirle a la gente que la cultura es un bien necesario, esencial, lo único que nos aleja del mono y otros animales”.