VICENTE PÉREZ (ENVIADO ESPECIAL) |El Pinar
“Lo del volcán es una situación difícil, pero peor fue estar nueve días perdidos en el mar, sin esperanzas ya de sobrevivir”. Pero sobrevivieron. Así hablan, 28 años después de su odisea en el Atlántico, Manuel Álvarez (68 años), Noel Machín (70), y José Benito (51), vecinos de La Restinga, que ahora han vivido dos evacuaciones y la amenaza de un volcán a la puerta de sus casas.
Los tres fueron noticia en todo el mundo al quedar a la deriva su barco, el Moncho II, y ser salvados nueve días después por un mercante cuando se exponían ya a una muerte segura. Noel y Manuel ya están jubilados, pero Benito tiene una zumería, que ha tenido que cerrar en los momentos más crudos de la emergencia volcánica de El Hierro.
“Yo vi la gran burbuja del volcán elevarse del mar, y en lo primero que pensé cuando alcé la vista fue en un transatlántico”, expone Noel, sentado con Manuel en una placita de La Restinga, bajo una placa de agradecimiento al Medrane, barco argelino que los rescató al sur de Azores, cuando iba rumbo a Estados Unidos (EE.UU.), hasta donde trasladó a los tres marineros herreños. De allí volaron en avión a Madrid y Tenerife, y finalmente en avioneta hasta El Hierro, donde cientos de herreños recibieron a los tres náufragos, sanos y salvos, con una auténtica fiesta de bienvenida.
La placita está muy cerca del puerto de La Restinga, al querían llegar desde Los Cristianos, con un barco nuevo, en 1983, con Manuel en el timón. Pero la desgracia se cebó con ellos y estuvieron a punto de no poder contarlo. “Nos acordamos de aquello todos los días, incluso ahora con lo del volcán y, cuando nos trajeron de nuevo a El Hierro, de entrada teníamos miedo al mar, pero somos pescadores y volvimos a faenar”, coinciden en comentar Manuel y Noel.
Llevaban tres horas de viaje con el Moncho II desde Tenerife cuando se averió la caja del motor. Un fuerte viento y una espesa calima los arrastró a la deriva hacia el Oeste.
“Apenas llevábamos comida, sólo un pipote con agua, pero que por error estaba mezclada con gasoil; decidimos que yo, como patrón, comiera un poco más que ellos, que permanecían echados para no gastar energía, pero tras tantos días ya habíamos perdido toda esperanza”, evoca con serenidad Manuel, como domesticando un mal recuerdo.
Tras una semana sin rumbo, empezaron a ver espejismos. “Una vez, yo y Inoel vimos lo mismo, una luz verde, pero eran visiones”. El barco argelino apareció como un ángel; lanzaron las últimas bengalas y esa fue la salvación de los tres herreños. Sobrevivieron de milagro.
Por eso afrontan esta emergencia volcánica con una entereza diferente. El mar los hizo fuertes y el volcán no podrá con ellos.