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“El escritor debe imponerse nuevos retos”

El escritor tinerfeño Víctor Álamo de la Rosa. | DA

RAFA CEDRÉS | Santa Cruz de Tenerife

Víctor Álamo de la Rosa nació en Santa Cruz de Tenerife en 1969. Sus primeros poemas obtuvieron en 1987 un accésit del premio Félix Francisco Casanova. Desde entonces, se ha empeñado en construir una obra literaria que, actualmente, es de las más traducidas y premiadas de las actuales letras canarias.

Ya en 1991 publicó su primer libro de narrativa, un volumen de relatos, Las mareas brujas, que reunía cuentos escritos entre 1987 y 1990. En 1994 Ediciones La Palma publicó El humilladero, su primera novela. Durante su estancia en Brasil escribió su segunda novela, El año de la seca, que vio la luz en 1997 con prólogo de José Saramago y que, tras varias traducciones, acaba de ser reeditada en España por Tropo Editores. En 2001 Espasa publica Campiro que, su tercera título, que tuvo dos ediciones y fue traducida al francés y al portugués. Grasset, su editorial francesa, ha apostado por la narrativa de este escritor, adquiriendo en 2005 los derechos de su cuarta novela, Terramores, que traduce y publica en 2007. Mareas y marmullos (Tropo Editores, 2011) es un volumen de relatos que reúne cuentos escritos entre 1987 y 2010, es su último libro, mientras que su última novela publicada, la quinta en la trayectoria del escritor, es La cueva de los leprosos (La Caja Literaria, Tenerife, 2010).

Mareas y marmullos, nuevo libro de Víctor Álamo de la Rosa. | DA

– Acaba de publicar su nuevo libro, Mareas y marmullos, un texto a caballo entre la novela y el libro de relatos

«Este libro es una especie de híbrido entre mis novelas y mis relatos. Reúne diecisiete narraciones independientes que, sin embargo, al unirse, producen la impresión de que se está leyendo una novela. Es más, está concebido como las modernas series de televisión, como Twin Peaks o Perdidos, es decir, episodios aparentemente independientes que después tienen un sentido global. El libro se puede leer como un puzzle, da igual que sea de atrás a adelante o al revés, y eso me gusta. Al lector le resultará divertido ir descubriendo las claves, los guiños y los jueguecitos que se van estableciendo entre unas narraciones y otras. De hecho, Mareas y marmullos es uno de mis libros preferidos de toda mi producción».

– Mareas y marmullos, ¿le siguen interesando los neologismos?

«Efectivamente marmullo con la acepción de el murmullo del mar es una palabra inventada por mí, tomada en realidad del portugués, donde existe marmurio. La palabra me gustaba y decidí que debía escribirla en español, que, con el tiempo y el uso, las generaciones futuras la usarían con normalidad. Ya hice algo parecido con el título de mi novela Terramores, que es una palabra inventada y que, gracias a mi ocurrencia, ahora también está en francés, Terramours. De todos modos, en Mareas y marmullos he trabajado mucho y por eso estoy tan satisfecho. Hay textos escritos entre 1991 y 2010, así que este libro ha estado macerándose, cocinándose, por lo menos veinte años. Retomé algunos textos de mi primer libro de cuentos, Las mareas brujas, les introduje pequeñas correcciones para adecuarlos al aire común de los relatos más recientes, los metí todos juntos en la nevera y ahora por fin están listos para servir en libro, porque algunos de estos textos sí conocieron edición previa en países como Croacia, Brasil e Italia. Estoy de veras muy contento de que todos estos relatos estén en casa, esto es, anudados en un libro. Es más, le recomendaría a quienes no me han leído nunca que empezaran por Mareas y marmullos».

– Andrés Neuman, uno de los escritores más influyentes del panorama literario actual, le ha prologado este libro. Dice que sus cuentos no se leen, sino que se escuchan junto al mar.

«Sí, se lo agradezco mucho. Hace años que somos buenos amigos, desde que compartimos editorial en Espasa, donde publiqué mi novela Campiro que, una obra que a Andrés le interesó particularmente. Y tiene razón, en estos cuentos hay un sentido de la oralidad. Me gusta que mis narraciones parezca que vienen de lejos, de un tiempo antiguo, de un tiempo primigenio».

– Usted ha publicado ya cinco novelas y dos libros de relatos, además de tres libros de poesía y un par de relatos de literatura juvenil. ¿Su vocación es definitivamente narrativa?

«Pues no lo sé. Creo que si tuviera más tiempo, es decir, si pudiera dedicarme enteramente a escribir, estoy seguro de que escribiría, al menos de vez en cuando, algo de ensayo. Es el único género que no he frecuentado. Y también he seguido escribiendo poesía y hace años que tengo un libro terminado, saltando de editorial en editorial y de concurso en concurso, para ver si se publica. Y sigo escribiendo relatos cortos. Lo que pasa es que, por regla general, la novela es el género que más vende, que más se noticia, que más llama la atención. Sin embargo, yo, por ejemplo, lo que siempre estoy leyendo es poesía. Ahora he descubierto a Transtromer, el Premio Nobel, magnífico».

– Usted ha ido construyendo un mundo narrativo propio, una especie de territorio mítico, según los modos y maneras de ilustres novelistas como Faulkner, Rulfo, Benet, Onetti o García Márquez, por citar a algunos, ¿por qué?

«Sí. A estas alturas todo el mundo sabe que he ambientado mis novelas en una isla, la Isla Menor, que es el trasunto literario de la isla de El Hierro. Me parecía divertido y literario al mismo tiempo, hacer de la isla una especie de mito. Lo curioso es que la isla es solo una isla canaria para los lectores canarios, porque muchos de los lectores extranjeros de mis novelas leen mi espacio narrativo como una isla más en la tradición de la literatura que ocurre en islas misteriosas en medio del océano. De hecho, la crítica literaria francesa ha destacado como algo original en mi literatura esa ambientación herreña. De todos modos, es un ciclo que ya he dado por zanjado».

– No me diga que ha roto con ese universo literario.

«Sí. En verdad lo he destrozado. Mi próxima novela, Isla nada, que se publica el próximo año aunque es bastante antigua, se titula así precisamente porque convierto el universo de la isla en polvo, en sombra, en nada, como diría Góngora. Me cargo literalmente el universo construido en las cinco novelas precedentes. De hecho, aunque ahora parezca tomado de la realidad, un volcán erupciona en la isla y, junto con un terremoto y una ola de calima asfixiante, dibujo un escenario apocalíptico en el que la isla desaparece para siempre. Es una novela antigua, que ahora he decidido publicar. Es larga y rara y lenta y descriptiva, al estilo novela del siglo XIX, vamos, todo lo contrario a lo que aconsejan los agentes literarios y los editores en la actualidad. Es una novela a contracorriente que editará Anroart el próximo año. Mis amigos más próximos, sin embargo, me dicen que será mi novela de culto. Isla nada está plagada de imágenes sexuales truculentas, casi estrambóticas y cuenta la loca historia de un afamado tenor y de un nazi que acaban montando una especie de zoológico en el que exhiben seres humanos. Entre ellos hay una especie de extraña relación homosexual. Es una novela bastante excéntrica, sí. Ambos personajes darán con sus huesos en la Isla Menor».

– Ahora que nos hemos acostumbrado a ese universo literario tan propio, ¿nos lo cambiará por qué?

«He querido imponerme el reto de cambiar. Estaba cómodo en mi territorio mítico de la Isla Menor y ahora estoy explorando otras posibilidades para mi narrativa. De hecho ya acabé una novela corta que no tiene nada que ver con lo anterior, sino que parte de una especie de ajuste de cuentas con mi propia biografía, a partir de un grave episodio de salud que sufrí. La novela se ambienta en un hospital, pero tiene tintes de novela de terror. En la novela que escribo actualmente, juego, incluso, con las claves de la novela policíaca y la ciencia ficción, así que digamos que me estoy explorando para ver de qué soy capaz. Es tarea del escritor imponerse nuevos retos, siempre en busca de la excelencia artística, literaria”.

El escritor tinerfeño Víctor Álamo de la Rosa. | DA

– Ha sido incluido dentro de Generación 21, nuevos novelistas canarios, ese volumen publicado y preparado por Ángel Morales para Ediciones Aguere. ¿Se siente parte de una generación?

«Bueno, sí y no. Me explico. Todo el mundo forma parte de una generación, eso está claro, aunque sea por edad o afinidades. Lo de Generación 21 está siendo una buena fórmula para llamar la atención sobre un fenómeno en verdad asombroso que viene protagonizando mi generación, esto es, una especie de despertar o renacimiento o gran sacudida de la historia de la narrativa escrita en Canarias. Creo que nunca antes había habido en nuestra historia tantos novelistas y, además, tan trabajadores. Narradores que se creen su oficio y que además tienen su público, sus seguidores, y venden novelas sin ningún tipo de complejo aquí y allá, es decir, en Canarias y en Península, y que, como es mi caso, además estamos traducidos a otras lenguas, con lo que eso implica. Otra cosa es el tema de las calidades literarias, siempre difíciles de discernir. En mi generación, creo, hay de todo, como en botica, buenos, malos y regulares escritores, pero lo que tengo claro es que todos somos absolutamente necesarios para hacer grande una literatura. La lástima es que nos faltan pensadores, ensayistas, críticos, gentes como Domingo Pérez Minik, verdadero guía de la generación anterior, la del 70. Nosotros estamos huérfanos en ese sentido y eso me preocupa. No hay literatura sin pensamiento. Mi generación es muy creativa, pero no veo ensayistas ni críticos y eso es malo. Posiblemente sea la gran carencia de nuestra literatura. Ojalá surjan gentes como María Rosa Alonso, Juan José Delgado, Sánchez Robayna o García Ramos, que hacen ensayo y pensamiento. Nos hace mucha falta».

– A pesar de la crisis económica, ¿hay un verdadero renacimiento de la literatura en Canarias?

«Es curioso, pero, a menudo, y la historia lo demuestra, las épocas de crisis económica producen un florecimiento en lo artístico. Y, en verdad, creo que Canarias, al menos su literatura, está viviendo una de sus épocas más esplendorosas. Hay una gran cantidad de escritores haciendo bien su trabajo, que es escribir. Apena, sin embargo, la ausencia de crítica literaria, la ausencia de criba, porque se está confundiendo mucho el tocino con la velocidad, esto es, gentes que van de escritores pero que no lo son. Además, con el abaratamiento de las ediciones, están saliendo libros que no lo son. Muy malos, muy mal escritos. Harían falta un par de buenos críticos en Canarias que acojonaran a los atrevidos para que así se lo pensaran dos veces, porque se editan libros que no cumplen ni las más elementales reglas de la sintaxis y están plagados de anacolutos sonrojantes».

– Es complicado hablar de influencias para un escritor, pero ¿cuáles son las suyas?

«Es imposible saberlo. Lo que le puedo decir es que tengo, por mi formación como filólogo, una gran formación de los clásicos. Adoro a Cervantes, Galdós, San Juan de la Cruz, Quevedo, Rimbaud, Baudelaire y Shakespeare, por decirle los que me vienen a la cabeza. Sin embargo, lo más que leo es poesía. Creo que en la poesía descansa el futuro de la literatura. Busco mis caminos literarios en ella. Y más en una tierra como Canarias, donde tenemos auténticos genios poéticos como Luis Feria, José María Millares Sall, Rafael Arozarena o Manuel Padorno, por ejemplo. Las últimas grandes novelas que he leído son La carretera, de Cormac McCarthy, y Ensayo sobre la ceguera, de Saramago. Creo, sin embargo, que la gran narrativa de nuestros días la están escribiendo en inglés gentes como Coetzee, Philip Roth, Foster Wallace, entre otros autores».