Marruecos no ha cerrado bien sus últimas elecciones legislativas, celebradas el pasado viernes, y en las que el Partido Justicia y Desarrollo (islamita moderado) se hizo con la mayorÃa relativa, con un 27 por ciento de los votos y 107 diputados de un total de 395 escaños en la Cámara de Representantes. El problema no es que Justicia y Desarrollo se vea obligado a pactar con Istiqlal o con la Reunión Nacional de Independientes, los otros dos partidos mejor colocados tras las elecciones.
En realidad, los pactos entre fuerzas polÃticas dispares -e incluso enemigas declaradas- son frecuentes en el modelo marroquÃ, en el que la Corona y el Majzen (entramado de intereses polÃticos y económicos con base en Palacio) tienen una influencia enorme en la formación de los Gobiernos y en la tutela de la actuación polÃtica y las decisiones administrativas.
El problema al que se enfrenta el Gobierno que surja de las elecciones, que será con toda probabilidad un Gobierno vertebrado en torno al islamismo moderado, es de legitimidad. En estas elecciones tampoco pudo participar el islamismo radical, y su partido más importante y con mayor respaldo entre las clases bajas y en el mundo rural, Justicia y Caridad, esta vez no ha aceptado los resultados como un mal necesario. De hecho, desde el viernes, los radicales han movilizado a miles de ciudadanos a las calles en todo el paÃs, en abierta disidencia con los resultados de los comicios. A pesar de su enorme influencia social, Justicia y Caridad es aún hoy un partido ilegal. Con la escalada del islamismo en los paÃses del Magreb, y sobre todo a raÃz de los atentados de Casablanca, el islamismo radical fue muy perseguido en Marruecos. En los últimos años, sin embargo, la acción social de los islamistas en barrios y medinas ha sido tolerada por el régimen.
Hasta este domingo, la convivencia era la norma. Pero los islamistas radicales se movilizaron por primera vez una protesta pública masiva, con gran eco en Tánger y Casablanca, y reclamando la anulación de unas elecciones a los que se califica de falsas. También por primera vez, esa protesta se produce en una chocante alianza con los jóvenes reformistas del movimiento 20 de Febrero, representantes de las revueltas de la primavera árabe en Marruecos. Probablemente estas manifestaciones no desembocarán en una contestación abierta a la MonarquÃa. Pero la tensión crece. Y eso no es precisamente una buena noticia.