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Carta abierta de un timplista > Benito Cabrera

   

Contemplo con profunda tristeza cómo las cuestiones personales y el “qué hay de lo mío” desvían la atención sobre lo verdaderamente importante en un momento difícil. La cultura canaria es mucho más que un villancico y un timple. No simplifiquemos tanto. No permitamos que nos obliguen a desviar la atención de lo esencial.
Suelo moverme por impulsos. Leo, escucho, medito, observo… pero no renuncio a mis impulsos, porque es una parte de mi perfil de personalidad y porque lo necesito para hacer mi trabajo. Por otra parte, no soy político, ni sé de estrategias maquiavélicas para lograr fines. Sólo sé de inventar proyectos, trabajar duro e intentar compartir música con otros compañeros, de los que aprendo constantemente.
Este año (no siempre lo hacen) me llamaron de una empresa de publicidad para autorizar el uso de mi villancico para la campaña institucional del Gobierno. Si no me hubiesen consultado, estaría sonando en diciembre por la tele y yo (que veo poca), igual ni me habría enterado. Pero me preguntaron. Y pensé “¿por qué les interesa una canción para hacer publicidad cuando han dejado casi a cero los presupuestos para cultura”?. Y dije: “No”. Así de simple. Además, comenté en los medios que era un gesto personal, que no pretendía representar a nadie ni ir en contra de nadie. Sólo un gesto. Obviamente, si hubiera sabido (no soy profeta) que la deriva sería encender una chispa para ponernos a pelear entre nosotros, no lo habría hecho. No creo que nadie quiera ser noticia por polémicas. Tan sólo quiero hacer mi música, y lanzarla al viento para el que quiera recibirla.
Deberían estar debatiendo sobre el futuro de la cultura nuestros catedráticos, nuestros filósofos y nuestros ideólogos. Yo no soy más que un timplista. Pero, desde mi humilde posición, quisiera decir un par de cosas.
Creo que es una perversión dialéctica hablar de subvenciones. A los artistas (actores, músicos, bailarines, titiriteros…) los suele contratar la administración: ayuntamientos, cabildos y gobiernos autonómicos. Se nos paga por nuestro trabajo, igual que se le paga a una empresa de transporte, a una imprenta o a un jardinero, como cobran por su oficio los funcionarios públicos. De no ser así, sólo florecería la cultura comercial, la que es de fácil consumo o los grandes montajes venidos de fuera. Igual pasa con la sanidad o la educación.
¿Hay que cambiar el modelo?. Pues que se revise y mejore. ¿La solución para modificarlo es despojar de presupuestos a la cultura?. No lo creo. Con unos datos vergonzosos para nuestra tierra, el informe PISA de 2009 demostró que los canarios estamos a la cola de todas las competencias evaluadas en el ámbito educativo. Luego, ¿ya que el modelo de educación canaria es inadecuado, la solución sería recortar sus presupuestos en un 65 %? Claro que no. Las respuestas simples a problemas complejos sólo sirven para hacer titulares. Obligando a que no haya contratación por las administraciones, a corto plazo se condena a que cualquier artista que quiera dedicar todo su esfuerzo a crear, no pueda hacerlo. Tendrá que buscarse otro trabajo y hacer cultura como hobby. Algo que parece que sienta bien en la sociedad canaria, que históricamente ha visto a sus artistas emigrar si querían vivir de ello. Con lo cual, además, desaparecerá un tejido empresarial que se mueve alrededor del hecho cultural, en el que coexisten productoras, empresas de sonido, iluminación, transporte, restauración, alquiler de sillas, imprentas, etc. Todas ellas, con sus trabajadores que (igual que yo, que soy un autónomo más) pagan su seguridad social, su IRPF, su IGIC. En definitiva, un ámbito productivo que genera puestos de trabajo y que implica a muchos miles de profesionales en todo el Archipiélago.
El modelo lo han propuesto y lo han mantenido nuestros políticos. Además, nos olvidamos que en esta lacerante crisis nos han metido el desgobierno de los mandatarios y la falta de escrúpulos de un grupo de bancarios. Mientras, los ciudadanos de a pie, cual zombis salidos de la peli de Fresnadillo (igual se inspiró en la sociedad canaria), nos dedicamos a dar bandazos y a comernos entre nosotros.
Admiro y respeto el trabajo de Totoyo Millares y el de los 13.000 creadores (incluido usted, Sr. Millares) que han recibido ayudas del ejecutivo canario. Y más aún el de aquellos que, sin recibir lo que merecen, siguen en la brega. Creo que es una vergüenza que le dieran tan tarde el Premio Canarias a alguien tan importante para las letras canarias como Agustín Millares. Igual podríamos hablar de tantos, que han sido ninguneados, no sólo por las administraciones, sino por la desmemoria patológica de esta tierra. También manifiesto que me alegraría si se lo otorgaran a Totoyo. Porque es un referente del timple, y porque los años que dedicó a crear constituyeron una semilla que geminó de forma luminosa. Y no lo digo ahora. Ya pedí -públicamente y por escrito- el Premio Canarias para Totoyo hace unos pocos años. Igual que pedí por escrito que se le concediera (al menos) la medalla de oro de Canarias a mi amigo y compañero José Antonio Ramos. Por cierto, no sé de dónde sale que yo estuve de jurado en la convocatoria en la que no se le dio el premio. Ese año estaba yo propuesto por el Círculo de Amistad XII de Enero como candidato, por lo que no podía formar parte de ese jurado.
Nunca me ha llamado personalmente un presidente del gobierno. ¡No soy tan importante!. Tampoco recibí clases de Totoyo, aunque lo seguiré considerando un maestro y tendrá mi apoyo, tal como lo ha tenido siempre. Si me piden una vez más estar en un homenaje en su honor, allí estaré de nuevo para demostrarle mi sincero respeto como músico. A él y a los grandes timplistas de su generación.
Maestro, está usted invitado a venir a la Casa-Museo del timple cuando quiera, y verá su foto expuesta junto con otros tantos timplistas (no es usted el único), que han hecho de nuestro camellito un símbolo de nuestra tierra. Por cierto, también en el video que se proyecta en el museo hay imágenes de su primera Orquesta de Timples. Es su casa, una casa recién abierta que necesita ir haciéndose, pero que pretende ser un espacio de todos los que queremos y amamos al timple, a sus tocadores y artesanos. Hay que ir mejorando sus fondos y su gestión (sin recursos, claro), pero al menos ahora la memoria de Totoyo y la de tantos otros está a la vista de estudiantes, visitantes de otros países, investigadores y de todo el que quiera acceder a esa información.
No olvidemos lo importante. No entremos en el juego del divide y vencerás.
Sé con seguridad que –por parte de algunos- estas palabras serán malinterpretadas, tergiversadas y constituirán el alimento para los habituales coprófagos de nuestra insular miseria. Pero están escritas con el corazón.
Gracias por su amable atención. Disculpen, voy a ponerme a trabajar para terminar una canción.