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Ciencia: el diluvio de indiferencia que viene

   

RUBÉN LÓPEZ * | Madrid

En las recientes encuestas que documentan sobre el aprecio de los españoles hacia sus instituciones, el primer lugar lo comparten los científicos y los médicos y, muy próximos, se encuentran los enseñantes. Parecería que la sabiduría del hombre de a pie supera a la de nuestros políticos a la hora de percibir dónde están los pilares que sostienen a las sociedades más avanzadas. Para alguien como yo, que ha dedicado 43 años de su vida a la investigación científica, estos juicios de valor nos producen una muy grata satisfacción.

No obstante, los sanitarios y los profesores tienen una notable ventaja sobre nosotros: pueden salir a la calle y llegar a alterar fuertemente el curso del país. La investigación y su desarrollo (I+D) llevan una cadencia propia y las numerosas sentadas y manifestaciones en que he participado recibían un cierto aprecio en los medios de comunicación y una lacerante indiferencia por parte de nuestros políticos.

La primera “entrega” del PSOE a la ciencia, gobernando casi 14 años, nos sacó del miserable 0,3% del Producto Interior Bruto (PIB) con que nos mantuvo malviviendo la dictadura. Sus inversiones no fueron para tirar cohetes pero permitió modernizar nuestras infraestructuras, se incrementó el número de científicos e incluso hubo una tímida “recuperación de cerebros” entre nuestros colegas ubicados en el extranjero. Al final se nos colocó en un 0,9% del PIB. Luego, con el PP, apareció la milagrosa “burbuja de la construcción” y, posteriormente su impresentable corolario: los españoles llegaron a creer que ya eran ricos. No contaban con las fechorías de Lehman Brothers y sus muchos secuaces. Pero, si se exceptúan sus loables esfuerzos por recuperar talentos ya formados mediante las ayudas Ramón y Cajal, el I+D quedó congelado. Mandaba la economía de alcancía y se cumplió “la tradición” de nuestros conservadores: la investigación científica seguía siendo un adorno floral para lucirlo en periodos de abundancia.

De 2006 a 2009, merced a la duplicación de fondos dedicados a la investigación, pasamos por una etapa de trato medianamente razonable. El I+D superó ligeramente el 1,3%. Pero, en estos últimos tres años de crisis se ha vuelto a orillar el I+D. Así, el Ministerio de Ciencia y Tecnología ha sufrido en su presupuesto los recortes más elevados (superiores a un 15%) pese a que la doctora Cristina Garmendia pregonara que esa partida no sería rebajada. El síndrome del sillón ministerial hace milagros como el de provocar amnesia.

Nuestra historia científica reciente nos ha llevado a un pesimismo crítico que hoy me afianza en la idea de que nos amenaza un nuevo diluvio de indeferencia y no es fácil encontrar un arca de Noé que evite que la ciencia española naufrague una vez más.

Nuestros economistas y gobernantes, salvo contadas excepciones, poseen un nivel de conocimientos científicos que difícilmente les valdrían para superar un examen de Ciencias para el mundo contemporáneo de nuestro bachillerato actual. No creen en la ciencia. Es un artículo de lujo que en época de miseria se subvenciona exiguamente. Mientras, Alemania, Suecia, Francia y Estados Unidos, entre otros, incrementaron en plena crisis sus fondos dedicados a I+D. Al fin y al cabo, con lo que se ahorra en este “lujo” se puede reflotar un banco o una caja. Es decir, en ayudar a los que siempre se hallan a salvo.

*Profesor de Investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)