Cuando Leire PajÃn anunció que ZP era un elegido, un fenómeno cósmico, un cisne negro de la polÃtica, como Obama, no me lo creÃ. Y es que soy agnóstico. Que Obama, premio Nobel de la Paz, haya ordenado ejecuciones en suelo extranjero, haya mantenido Guantánamo y haya decidido la intervención de USA en un par de nuevas guerras, ya nos dice por dónde fue el caminar de la perrita.
Cuando la crisis económica explotó como una refinerÃa casposa (¡ay!, qué ejemplo más malo… digamos una bomba atómica), ZP dijo que no nos afectarÃa. Que estábamos en la champion league de Europa, entre los más grandes, sobrados… Mientras Pedro Solbes, su hombre en el Ministerio de EconomÃa, ponÃa los pies en polvorosa (algo en lo que es un auténtico experto) aún seguÃa negando que existiera crisis. Cuando la evidencia fue tan aplastante que ya no podÃa negarla sin que lo encerraran en un manicomio, aceptó pulpo como animal de compañÃa, pero asegurando que nuestra banca era insumergible. SÃ, hombre. Como el Titanic. Total, que nos la pegamos. Y el dinero de nuestros impuestos sirvió de chaleco salvavidas para las cajas de qué morros -digo, de ahorros- para que no hicieran glu-glu. ZP se negó a practicar ajustes presupuestarios cuando debÃamos hacerlos (otros más prósperos habÃan empezado antes). Se embarrancó en un discurso de que no habrÃa recortes sociales, cuando el mayor recorte para una sociedad es empobrecerla. Subió la imposición indirecta, que es el más injusto de los injustos impuestos. Aplicó polÃticas keynesianas pensando que la obligación de los gobiernos es actuar de forma contracÃclica, aumentando el gasto cuando la economÃa se contrae (sólo que debió haber aumentado las inversiones y reducido los gastos). Cuando no tuvimos más remedio, para pagar las facturas, que pedir ayuda a los dirigentes de la Eurozona, nos impusieron los recortes que no supimos hacer antes. Y asÃ, a trancas y barrancas, hemos llegado debilitados, exhaustos, sin dinero en la caja y sin sangre en las venas, a casi cinco millones de parados. Y al 20-N. No voy a decir que sea un mal tipo, porque no lo es. Y menos ahora, que se va, fané y descangallado, para ser asesor de alguna gran empresa, como sus predecesores en el cargo. Pero tenÃa razón PajÃn. ZP es un polÃtico tocado por el dedo del destino. Sólo que antes de tocarlo, el destino se habÃa metido el dedo en el culo.